Gaspar, Melchor y Baltasar - Tournier Michel - Страница 34
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– Asur y yo volveremos a Nippur para llevar la buena noticia. Sabremos convencer al pueblo, pero tambien a los sacerdotes, y en primer lugar al viejo Cheddad, por muy endurecido que este en sus rigidos dogmas: la imagen esta salvada, el rostro y el cuerpo del hombre ya pueden celebrarse sin idolatria.
»Voy a reconstruir el Balthazareum, pero ya no para coleccionar en el vestigios del pasado grecolatino. No, seran obras modernas, las que encargare como un rey Mecenas a mis artistas, las primeras obras maestras del arte cristiano…
– El arte cristiano -repitio pensativamente el principe Taor-. ?Que extrana asociacion de palabras, y que dificil es imaginar la creacion futura!
– Pues no tiene nada de sorprendente. Imaginar una obra ya es empezar a crearla. Y lo mismo que tu, yo no imagino mas, porque la sucesion de los siglos virgenes se abre como un abismo ante mis pies. Salvo, quiza, la primera de esas obras, la primera pintura cristiana, la que nos afecta y nos concierne a todos aqui…
– ?Y que sera esa primera pintura cristiana?
– La Adoracion de los Magos, tres personajes cargados de oro y de purpura que vienen de un Oriente fabuloso para prosternarse de un miserable establo ante un nino recien nacido.
Hubo un silencio durante el cual Gaspar y Melchor se unieron a la vision de Baltasar. Los siglos venideros les parecian una inmensa galeria de espejos en los que se reflejaban los tres, cada vez en la interpretacion de una epoca de genio distinto, pero siempre reconocibles, un joven, un anciano y un negro de Africa.
Despues la vision se borro, y Taor se volvio hacia el mas joven.
– Principe Melchor -le dijo-, te siento proximo a mi por la edad. Ademas, tu tio te ha desposeido de tu reino, y yo no estoy seguro de que mi madre me deje reinar algun dia. Por eso escuchare con atencion fraternal tu relato sobre la noche de Belen.
– La de Belen -se apresuro a corregir Melchor con la fogosidad de su edad-, pero antes la noche de Jerusalen, porque estas dos etapas de mi destierro son inseparables.
»Yo sali de Palmira con ideas simples sobre la justicia y el poder. Habia, segun imaginaba, dos clases de soberanos, los buenos y los malos. Mi padre, Teodemo, era el prototipo del buen rey. Mi tio, Atmar, que habia intentado asesinarme y se habia apoderado de mi reino, era el tirano. Mi linea de conducta quedaba asi trazada muy recta ante mi: buscar apoyos, aliados, reunir un ejercito, reconquistar con la espada en la mano el reino de mi padre y naturalmente castigar al usurpador. En una sola noche -la del banquete de Herodes- todo ese hermoso programa cambio por completo. ?A todos los principes que se preparan para gobernar haria yo que les leyesen la vida de Herodes! ?Que ejemplo! ?Que leccion! Que imagen contradictoria da ese soberano justo, pacifico y discreto, bendecido por los campesinos, los artesanos, toda la gente humilde de su reino, gran constructor, habil diplomatico, y que es, detras de las paredes de su palacio, un despota asesino, torturador, infanticida, un loco sanguinario. Y no es una casualidad o una coincidencia historica lo que reune en una misma cabeza las dos caras de ese Jano Bifronte. Es una fatalidad que exige que cada bendicion que desciende sobre el pueblo se pague con una abominacion perpetrada en el seno de la corte. Con Herodes descubri que la violencia y el miedo son ingredientes inexorables del reino terrenal. Y no solo la violencia y el miedo, sino una lepra del caracter temiblemente contagiosa que se llama bajeza, doblez y traicion. Te dire, principe Taor, que por haber compartido un solo banquete con el rey Herodes y su corte, hemos quedado ya inficionados Gaspar, Baltasar y yo mismo…
– ?Inficionados los tres de bajeza, de doblez y de traicion? Habla, principe Melchor, quiero oir eso, y que tus companeros aqui presentes te contradigan si mientes.
– Es un secreto horrible, y lo llevare toda la vida sangrando y supurando en mi corazon, porque no acierto a imaginar que es lo que podria curarlo. ?Este es, y, en efecto, que mis companeros me escupan a la cara si miento!
»Al llegar a la corte, cuando hablamos de nuestra estrella y de nuestra busqueda, el rey Herodes, despues de consultar con sus sacerdotes, nos senalo Belen como el objeto de nuestro viaje, en virtud de un versiculo del profeta Miqueas que dice: "Y tu, Belen, tierra de Juda, no eres ciertamente la mas pequena entre los principes de Juda, porque de ti saldra un jefe que apacentara a mi pueblo Israel". 1 0 A las tres preguntas de las que somos respectivamente portadores, anadio la de su propia sucesion, que le tortura en el umbral de su muerte. Tambien a esta, nos dijo, Belen ha de responder. Y nos encargo, como plenipotenciarios suyos, reconocer a ese sucesor, honrarle, y luego regresar a Jerusalen a fin de decirle lo que habiamos visto. Estabamos dispuestos a acceder a su peticion con toda lealtad, para que no pudiese decir que aquel tirano, constantemente enganado y escarnecido, de quien cada uno de cuyos crimenes puede explicarse -si no justificarse- por una felonia, tambien hubiera sido traicionado en su lecho de muerte por unos reyes extranjeros a los que habia acogido con tanta liberalidad. Pero he ahi que el arcangel Gabriel, que hacia de gran mayordomo del Pesebre, nos recomendo que regresaramos sin pasar por Jerusalen, porque, nos dijo, Herodes albergaba intenciones criminales respecto al Nino. Discutimos mucho acerca de lo que debiamos hacer. Yo era partidario de cumplir nuestra promesa. No solo por una cuestion de honor, sino tambien porque sabiamos sobradamente de lo que es capaz el rey de los judios cuando se ve enganado. Volviendo a pasar por Jerusalen podiamos calmar su desconfianza y evitar desgracias mayores. Pero Gaspar y Baltasar insistieron en que siguieramos las ordenes de Gabriel. ?Por una vez que un arcangel ilumina nuestro camino!, exclamaban. Yo era uno contra dos, y era el mas joven, el mas pobre, y acabe por ceder ante ellos. Pero ahora lo lamento, y me parece que no me lo perdonare nunca. Y asi es, principe Taor, como por haber estado tan cerca del poder, me encuentro mancillado para siempre.
– Pero luego estuviste en Belen. ?Que ensenanza descubriste alli, precisamente respecto al poder?
– El arcangel Gabriel, que velaba a la cabecera del Nino, me enseno por el Pesebre la fuerza de la debilidad, la mansedumbre irresistible de los no violentos, la ley del perdon que no suprime la del talion, pero que la trasciende infinitamente. Pues el talion prescribe que la venganza no sobrepase la ofensa. Aparece como una transicion entre la colera natural y la concordia perfecta. El reino de Dios nunca se dara una vez por todas aqui o alla. Hay que forjar lentamente su llave, y esta llave somos nosotros mismos. Asi, pues, deposite a los pies del Nino la moneda de oro acunada con la efigie de mi padre, el rey Teodemo. Era mi unico tesoro, el unico documento que atestiguaba mi calidad de heredero legitimo del trono de Palmira. Abandonandola, renuncie a ese reino para ir en busca de aquel que me prometio el Salvador. Me retirare al desierto con mi fiel Baktiar. Fundaremos una comunidad con todos los que quieran unirse a nosotros. Sera la primera ciudad de Dios, toda ella recogida en la espera del Advenimiento. Una comunidad de hombres libres cuya unica ley comun sera la ley de amor…
Entonces se volvio hacia Gaspar, que estaba sentado a su izquierda.
– Acabo de pronunciar la palabra amor. Pero ahora me doy cuenta de hasta que punto mi hermano africano tiene una vocacion mejor, mas pura y mas fuerte que yo para evocar ese sentimiento tan grande y tan misterioso. Porque, ?verdad, rey Gaspar, que por amor abandonaste tu capital y emprendiste un viaje hacia tierras tan remotas, en direccion al norte?
– Por amor, por el amor, si, movido por una pena de amor, he atravesado desiertos -dijo Gaspar, rey de Meroe-. Pero no vayais a creer que huia de una mujer que no me amaba o que queria olvidar un amor contrariado. Ademas, de haber creido tal cosa, Belen me hubiera convencido de lo contrario. Para entenderlo hay que volver a… al incienso, al uso que hice del incienso cierta noche en la que nos dimos un espectaculo de farsa la mujer a la que yo amaba, su amante y yo mismo. Nos habiamos pintado grotescamente, y unos pebeteros nos envolvian con el humo del incienso. Sin duda la coincidencia de ambas cosas, aquellos sahumerios de adoracion y la escena degradante, contribuyo a abrirme los ojos. Comprendi… ?Que fue lo que comprendi? Que tenia que irme, estaba claro. El significado profundo de ese viaje solo lo comprendi de veras al lado del Nino. La verdad es que tenia en el corazon un gran amor que concordaba con los pebeteros y el incienso porque aspiraba a alcanzar su plenitud como adoracion. Sufri durante todo el tiempo que no pude adorar. «Satan llora ante la belleza del mundo», me dijo el sabio de la flor de lis. Lo cierto es que era yo quien lloraba de amor insatisfecho. Butina se me mostraba cada dia mas debil, perezosa, obtusa, enganosa, frivola, y yo hubiese necesitado un corazon inmenso y de una inagotable generosidad para lavarla de toda esa pobre humanidad. Al menos nunca le hice reproches. Siempre he sabido que a quien habia que imputar la indigencia de nuestra aventura era a mi, por mi falta de alma. ?No tenia suficiente amor para los dos, eso era todo! No podia irrigar con luminosa ternura su corazon frio, reseco y calculador. Lo que me enseno el Nino -pero lo presenti, o al menos todo yo vivia a la espera de esa leccion- es que un amor de adoracion siempre se comparte, porque su fuerza de irradiacion lo hace irresistiblemente comunicativo.
Al acercarme al Pesebre, deposite en primer lugar el cofrecillo de incienso a los pies del Nino, unico ser en verdad que merece ese homenaje sagrado. Me arrodille. Toque con mis labios mis dedos, e hice ademan de enviar ese beso al Nino. Sonrio. Me tendio los brazos. Entonces supe lo que era el encuentro total del amante y del amado, esa veneracion temblorosa, ese himno de jubilo, esa fascinacion maravillada.
»Y habia algo mas que para mi, Gaspar de Meroe, sobrepasaba a todo en belleza, una sorpresa milagrosa que la Sagrada Familia evidentemente habia preparado pensando tan solo en mi llegada.
– ?Que sorpresa, rey Gaspar? ?Me muero de perplejidad y de impaciencia!
– Fue esta. Baltasar acaba de decirte que creia en la existencia de un Adan negro, el Adan de antes de la caida, porque el otro Adan, el del pecado, era solo blanco.
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