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La batalla - Rambaud Patrick - Страница 10


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Henri ya no podia pegar ojo en la habitacion de la posada en los arrabales que compartia con otro adjunto, el cual roncaba con estrepito. Asi pues, a la luz de una vela, Henri preparaba su baul de cuero para mudarse al dia siguiente. Antes de colocar cada uno de sus libros, lo hojeaba, y por azar tropezo con una pagina del Naufragio de Alberti: «No sabiamos en que direccion ibamos a la deriva en la inmensidad del mar, pero ya nos parecia maravilloso poder respirar con la cabeza fuera del agua». Estas lineas escritas en el Renacimiento reflejaban muy bien su estado. Poco antes, cuando deambulaba en compania de Perigord, provistos de antorchas, por las catacumbas cavadas bajo la iglesia de los agustinos, habian descubierto cadaveres amontonados, sentados o en pie, secos, milagrosamente intactos y sin el menor rastro de descomposicion, y los dos habian pensado en aquel rey de Napoles que escupia sobre sus enemigos embalsamados, alineados como marionetas, en la epoca en que Visconti adiestraba molosos para que despedazaran a los hombres, cuando el Individuo que aparecia entonces en Italia tenia garras y colmillos. Finalmente Henri accedio a tenderse sobre su colchon, y se adormilo poco antes del alba, completamente vestido, con la imagen obsesiva de la dulce Anna Krauss en la mente.

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