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Viernes o Los limbos del Pac?fico - Tournier Michel - Страница 30


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Se levanta, corre, se aleja, tiene que lavar su espiritu en la fuente de toda sabiduria…

Aqui esta de nuevo ante el atril, con los talones unidos, las manos juntas; espera la inspiracion del Espiritu. Se trata de elevar su colera, darle un tono mas puro, mas sublime. Abre la Biblia al azar. Es el libro de Oseas. La palabra del profeta se retuerce en signos negros sobre la pagina en blanco antes de estallar en ondas sonoras gracias a la voz de Robinson. Del mismo modo el relampago precede al trueno. Robinson habla. Se dirige a sus hijas, las mandragoras, y las previene contra su madre, la tierra adultera:

Protestad por vuestra madre, protestad.
Porque ya no es mi mujer.
Y yo ya no soy su marido.
Que aleje de mi rostro sus prostituciones
y sus adulterios de entre sus senos,
no sea que yo la desnude
y la ponga tal y como estaba el dia de su nacimiento,
y la deje parecida al desierto
haciendo de ella una tierra reseca,
y la haga morir de sed.
(Oseas, II, 4.)

El Libro de los libros se ha pronunciado y condena a Speranza. Pero no es lo que buscaba Robinson. Queria leer en letras de fuego la condena del siervo indigno, del sobornador, del impuro. Cierra la Biblia y vuelve a abrirla al azar. Es Jeremias quien habla ahora y es de la mandragora acebrada de quien trata, bajo las apariencias de la vina bastarda:

Sobre cualquier colina elevada, bajo todo arbol verde
te has tendido como una cortesana,
y yo, yo te habia plantado como una vina excelente,
toda ella de cepas legitimas.
?Como es que te me has convertido en sarmientos
bastardos de una vina ajena?
Si, cuando te laves con sosa y aunque prodigues la potasa,
tu iniquidad sera mancha ante mi.

Pero ?y si Speranza sedujo a Viernes?, es decir, ?y si el araucano es totalmente inocente, irresponsable? El corazon ultrajado de Robinson se enfada ante ese veredicto biblico que condena a Speranza y solo a ella. Cierra y vuelve a abrir la Biblia. Es el capitulo XXXIX del Genesis el que se escucha esta vez a traves de la voz de Robinson:

Sucedio que la mujer de su amo puso los ojos en Jose y le dijo: «Duerme conmigo.» El la rechazo y dijo a la mujer de su amo: «He aqui que mi amo no desconfia de mi y ha puesto todo lo que hay en la casa bajo mis manos. No hay nadie por encima de mi en esta casa y nada me ha sido prohibido, salvo tu, porque tu eres su mujer. ?Como cometeria yo tan gran mal y pecaria contra Dios?» Aunque ella le hablaba todos los dias de lo mismo a Jose, el no consintio en acostarse con ella, ni en estar con ella. Un dia que habia entrado en la casa para hacer su trabajo, sin que estuvieran alli ninguna de las personas de la casa, ella le agarro de su tunica, diciendo: «Duerme conmigo.» Pero el la dejo con su tunica entre las manos y huyo afuera. Cuando ella vio que el habia abandonado su tunica entre sus manos y huido afuera, llamo a las gentes de la casa y les hablo diciendo: «Este hombre ha venido a mi casa para acostarse conmigo y yo he llamado con grandes gritos. Y cuando ha oido que yo alzaba la voz y gritaba, ha dejado su tunica junto a mi y ha huido.» Cuando el amo hubo escuchado las palabras de su mujer, que le hablo con estos terminos: «He aqui lo que me ha hecho tu siervo», su colera se encendio. Cogio a Jose y le metio en prision. Era el lugar donde estaban detenidos los prisioneros del rey. Y el estuvo alli, en prision.

Robinson calla, agotado. Esta seguro de que sus ojos no le han enganado. Ha sorprendido a Viernes en flagrante delito de fornicacion con la tierra de Speranza. Pero sabe tambien que, desde hace ya bastante tiempo, necesita interpretar los hechos exteriores -por muy indiscutibles que fueran- como otros tantos signos superficiales de una realidad profunda y todavia oscura, en vias de gestacion. En realidad Viernes, propagando su simiente negra en los pliegues de la loma rosa por espiritu de imitacion o por broma, es un hecho accidental que se queda en lo anecdotico, mas o menos como los manejos de la Putifar con Jose. Robinson siente que dia a dia se va abriendo una grieta entre los mensajes charlatanes que le transmite todavia la sociedad humana a traves de su propia memoria, la Biblia y la imagen que una y otra proyectan sobre la isla y el universo inhumano, elemental, absoluto, en que el va sumergiendose y cuya verdad intenta desvelar temblando. La palabra que esta en el y que jamas le ha enganado le balbucea a media voz que se halla en un momento crucial de su propia historia, que la era de la isla-esposa -que sucedia a la isla madre, que a su vez era posterior a la isla administrada- terminaba tambien y que se acercaba un tiempo de cosas completamente nuevas, inusitadas e imprevisibles.

Pensativo y silencioso, dio algunos pasos y quedo enmarcado en la puerta de la residencia. Tuvo un movimiento de retroceso y su colera se reavivo cuando percibio, a la izquierda apoyado contra el muro de la casa, a Viernes en cuclillas sobre sus talones, en una completa inmovilidad, con la cara vuelta hacia el horizonte y la mirada perdida. Sabe que el araucano es capaz de permanecer asi durante horas y horas, en una postura que el, por su parte, no puede adoptar mas que durante unos segundos, sintiendo en seguida fulgurantes calambres en sus rodillas. Es presa de distintos sentimientos y por fin decide ir a sentarse junto a Viernes y comunicarse con el en la gran espera silenciosa que envuelve a Speranza y a sus habitantes.

En el cielo de una impecable pureza, el sol despliega su soberana omnipotencia. Pesa con toda su dorada carga sobre el mar acostado bajo el con una sumision total, sobre la isla desmayada y seca, sobre las construcciones de Robinson que semejan templos dedicados a su gloria. La palabra interior le sugiere que tal vez al reino telurico de Speranza habra de sucederle un dia un reino solar , pero es una idea todavia tan imprecisa, tan debil, tan inaprensible, que no puede retenerla durante largo rato y la deja en reserva en su memoria para que madure.

Volviendo un poco la cabeza hacia la izquierda, ve el perfil derecho de Viernes. Su rostro esta surcado de moratones y cortes y en su prominente pomulo se abren los labios violaceos de una llaga indecente. Robinson observa como con una lupa aquella mascara prognata, un poco bestial, a la que su tristeza vuelve mas obstinada y mas enfadada que de ordinario. Y entonces percibe en ese paisaje de carne sufriente y fea algo brillante, puro y delicado: el ojo de Viernes. Bajo aquellas pestanas largas y curvas, el globo ocular, perfectamente liso y limpido, es lavado sin cesar, refrescado y barrido por el batido del parpado. La pupila palpita bajo la accion variable de la luz, adaptando con precision su diametro a la luminosidad ambiente, para que la retina este constantemente impresionada. En la masa transparente del iris esta diluida una infima corola de plumas de vidrio, de un rosaceo tenue, infinitamente precioso y delicado. Robinson esta fascinado por aquel organo formado con tanta delicadeza, tan perfectamente nuevo y al mismo tiempo tan brillante. ?Como tal maravilla puede estar incorporada a un ser tan grosero, ingrato y vulgar?; y si en ese preciso instante descubre por azar la belleza anatomica sorprendente del ojo de Viernes, ?no debe preguntarse honestamente si el araucano no sera en conjunto mas que una adicion de cosas tambien admirables que el solamente ignora por ceguera?

Robinson da vueltas y vueltas a esta cuestion dentro de si mismo. Por vez primera entreve con claridad, bajo aquel mestizo grosero y estupido que le irrita, la existencia posible de otro Viernes -como sospecho antano, mucho antes de descubrir la gruta y la loma, que existia otra isla , oculta bajo la isla administrada.

Pero esta vision no debia durar mas que un fugitivo instante y la vida debia retornar aun a su curso monotono y laborioso.

Retomo su curso, en efecto, pero hiciera lo que hiciera Robinson, habia siempre un alguien en su interior que aguardaba un acontecimiento decisivo, trastornador, un comienzo radicalmente nuevo que anularia cualquier empresa pasada o futura. Luego el hombre viejo protestaba, se aferraba a su obra, calculaba las proximas cosechas, proyectaba vagamente plantaciones de maderas valiosas, de jebes o de algodon, disenaba el plano de un molino que captaria la energia de un torrente. Pero nunca mas volvio a la loma rosa.

Viernes no se planteaba ningun problema de ese tipo. Habia descubierto el barrilete de tabaco y fumaba en la larga pipa de Van Deyssel a escondidas de su amo. El castigo, si era descubierto, seria sin duda ejemplar, porque la provision de tabaco tocaba a su fin y Robinson no se concedia ya mas que una pipa cada dos meses. Era una fiesta para el, en la que sonaba desde mucho tiempo antes, y temia el momento en que tendria que renunciar definitivamente a ese placer.

Aquel dia habla descendido a inspeccionar los sedales que habia colocado durante la marea baja y que debian quedar de nuevo al descubierto en la bajamar. Viernes coloco el barrilete de tabaco bajo su brazo y fue a instalarse en la gruta. Todo su placer se perdia cuando fumaba al aire libre, pero sabia que si fumaba en una de las casas el olor le hubiera traicionado inevitablemente. Robinson podia fumar en cualquier parte. Para el, solo contaba el horno ardiente y vivo, lleno de ascuas y renegrido: era la envoltura terrestre de un diminuto sol subterraneo, una especie de volcan portatil y domesticado que enrojecia apaciblemente bajo la ceniza, al reclamo de su boca. En esta retorta en miniatura el tabaco recocido, calcinado, sublimado se transmutaba en resinas, alquitran y en jarabe bituminoso, cuyo aroma le producia un agradable cosquilleo en las narices. Era la camara nupcial poseida , encerrada en el agujero de su mano, de la tierra y del sol.

Para Viernes, por el contrario, toda la operacion no se justificaba mas que por el humo liberado en las volutas y el menor viento o corriente de aire rompia el encanto sin remedio. Necesitaba una atmosfera absolutamente calma y nada era mas conveniente para sus juegos eolicos que el aire dormido de la gruta.

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