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Libro De Poemas - Lorca Federico Garcia - Страница 15


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la implacable brasa

del pecado. Mis mares interiores

se quedaron sin playas.

Tu faro se apagó. ¡Ya los alumbra

mi corazón de llamas!

Pero el negro secreto de la noche

y el secreto del agua

¿son misterios tan sólo para el ojo

de la conciencia humana?

¿La niebla del misterio no estremece

al árbol, al insecto y la montaña?

¿El terror de la sombra no lo sienten

las piedras y las plantas?

¿Es sonido tan sólo esta voz mía?

¿Y el casto manantial no dice nada?

Mas yo siento en el agua

algo que me estremece... como un aire

que agita los ramajes de mi alma.

¡Sé árbol!

(Dijo una voz en la distancia.)

Y hubo un torrente de luceros

sobre el cielo sin mancha.

Yo me incrusté en el chopo centenario

con tristeza y con ansia,

cual Dafne varonil que huye miedosa

de un Apolo de sombra y de nostalgia.

Mi espíritu fundióse con las hojas

y fue mi sangre savia.

En untuosa resina convirtióse

la fuente de mis lágrimas.

El corazón se fue con las raíces,

y mi pasión humana,

haciendo heridas en la ruda carne,

fugaz me abandonaba.

Frente al ancho crepúsculo de invierno

yo torcía las ramas

gozando de los ritmos ignorados

entre la brisa helada.

Sentí sobre mis brazos dulces nidos,

acariciar de alas,

y sentí mil abejas campesinas

que en mis dedos zumbaban.

¡Tenía una colmena de oro vivo

en las viejas entrañas!

El paisaje y la tierra se perdieron,

sólo el cielo quedaba,

y escuché el débil ruido de los astros

y el respirar de las montañas.

¿No podrán comprender mis dulces hojas

el secreto del agua?

¿Llegarán mis raíces a los reinos

donde nace y se cuaja?

Incliné mis ramaies hacia el cielo

que las ondas copiaban,

mojé las hojas en el cristalino

diamante azul que canta,

y sentí borbotar los manantiales

como de humano yo los escuchara.

Era el mismo fluir lleno de música

y de ciencia ignorada.

Al levantar mis brazos gigantescos

frente al azul, estaba

lleno de niebla espesa, de rocío

y de luz marchitada.

Tuve la gran tristeza vegetal,

el amor a las alas

para poder lanzarse con los vientos

a las estrellas blancas.

Pero mi corazón en las raíces

triste me murmuraba:

si no comprendes a los manantiales

¡muere y troncha tus ramas!

¡Señor, arráncame del suelo! ¡Dame oídos

que entiendan a las aguas!

Dame una voz que por amor arranque

su secreto a las ondas encantadas;

para encender su faro sólo pido

aceite de palabras.

¡Sé ruiseñor!, dice una voz perdida

en la muerta distancia,

y un torrente de cálidos luceros

brotó del seno que la noche guarda.

MAR

Abril de 1919.

El mar es

el Lucifer del azul.

El cielo caído

por querer ser la luz.

¡Pobre mar condenado

a eterno movimiento,

habiendo antes estado

quieto en el firmamento!

Pero de tu amargura

te redimió el amor.

Pariste a Venus pura,

y quedóse tu hondura

virgen y sin dolor.

Tus tristezas son bellas,

mar de espasmos gloriosos.

Mas hoy en vez de estrellas

tienes pulpos verdosos.

Aguanta tu sufrir,

formidable Satán.

Cristo anduvo por ti,

mas también lo hizo Pan.

La estrella Venus es

la armonía del mundo.

¡Calle el Eclesiastés!

Venus es lo profundo

del alma ...

. . Y el hombre miserable

es un ángel caído.

La tierra es el probable

paraíso perdido.

SUEÑO

Mayo de 1919.

Iba yo montado sobre

un macho cabrío.

El abuelo me habló y me dijo:

-Ese es tu camino.

¡Es ése!, gritó mi sombra,

disfrazada de mendigo.

¡Es aquel de oro!, dijeron

mis vestidos.

Un gran cisne me guiñó,

diciendo: ¡Vente conmigo!

Y una serpiente mordía

mi sayal de peregrino.

Mirando al cielo, pensaba:

Yo no tengo camino.

Las rosas del fin serán

como las del principio.

En la niebla se convierte

la carne y el rocío.

Mi caballo fantástico me lleva

por un campo rojizo.

¡Déjame!, clamó, llorando,

mi corazón pensativo.

Yo lo abandoné en la tierra,

lleno de tristeza.

Vino

la noche llena de arrugas

y de sombras.

Alumbran el camino,

los ojos luminosos y azulados

de mi macho cabrío.

OTRO SUEÑO

1919.

¡Una golondrina vuela

hacia muy lejos! ...

Hay floraciones de rocío

sobre mi sueño,

y mi corazón da vueltas,

lleno de tedio,

como un "tíovivo" en que la Muerte

pasea a sus hijuelos.

¡Quisiera en estos árboles

atar al tiempo

con un cable de noche negra,

y pintar luego

con mi sangre las riberas

pálidas de mis recuerdos!

¿Cuántos hijos tiene la Muerte?

¡Todos están en mi pecho!

¡Una golondrina viene

de muy lejos!

ENCINA

Bajo tu casta sombra, encina vieja,

quiero sondar la fuente de mi vida

y sacar de los fangos de mi sombra

las esmeraldas líricas.

Echo mis redes sobre el agua turbia

y las saco vacías.

¡Más abajo del cieno tenebroso

están mis pedrerías!

¡Hunde en mi pecho tus ramajes santos,

oh solitaria encina!

Y deja en mi sub-alma

tus secretos y tu pasión tranquila.

Esta tristeza juvenil se pasa,

¡ya lo sé! La alegría

otra vez dejará sus guirnaldas

sobre mi frente herida,

aunque nunca mis redes pescarán

la oculta pedrería

de tristeza inconsciente que reluce

al fondo de mi vida.

Pero mi gran dolor trascendental

es to dolor, encina.

Es el mismo dolor de las estrellas

y de la flor marchita.

Mis lágrimas resbalan a la tierra

y, como tus resinas,

corren sobre las aguas del gran cauce

que va a la noche fría.

Y nosotros también resbalaremos,

yo con mis pedrerias,

y tú plenas las ramas de invisibles

bellotas metafísicas.

No me abandones nunca en mis pesares,

esquelética amiga.

Cántame con to boca vieja y casta

una canción antigua,

con palabras de tierra entrelazadas

en la azul melodía.

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