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Libro De Poemas - Lorca Federico Garcia - Страница 14


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y nada más.

Mi paraíso un campo

sin ruiseñor

ni liras,

con un río discreto

y una fuentecilla.

Sin la espuela del viento

sobre la fronda,

ni la estrella que quiere

ser hoja.

Una enorme luz

que fuera

luciérnaga

de otra,

en un campo de

miradas rotas.

Un reposo claro

y allí nuestros besos,

lunares sonoros

del eco,

se abrirían muy lejos.

Y tu corazón caliente,

nada más.

LOS ÁLAMOS DE PLATA

Mayo de 1919.

Los álamos de plata

se inclinan sobre el agua.

Ellos todo lo saben pero nunca hablarán.

El lirio de la fuente

no grita su tristeza.

¡Todo es más digno que la humanidad!

La ciencia del silencio frente al cielo estrellado,

la posee la flor y el insecto no más.

La ciencia de los cantos por los cantos, la tienen

los bosques rumorosos

y las aguas del mar.

El silencio profundo de la vida en la tierra,

nos lo enseña la rosa

abierta en el rosal.

¡Hay que dar el perfume

que encierran nuestras almas!

Hay que ser todo cantos,

todo luz y bondad.

¡Hay que abrirse del todo

frente a la noche negra,

para que nos llenemos de rocío inmortal!

¡Hay que acostar al cuerpo

dentro del alma inquieta!

Hay que cegar los ojos con la luz del más allá.

Tenemos que asomarnos

a la sombra del pecho,

y arrancar las estrellas que nos puso Satán.

¡Hay que ser como el árbol

que siempre está rezando,

como el agua del cauce

fija en la eternidad!

¡Hay que arañarse el alma con garras de tristeza

para que entren las llamas

del horizonte astral!

Brotaría en la sombra del amor carcomido

una fuente de aurora

tranquila y maternal.

Desaparecerían ciudades en el viento

y a Dios en una nube

veríamos pasar.

ESPIGAS

Junio de 1919.

El trigal se ha entregado a la muerte.

Ya las hoces cortan las espigas.

Cabecean los chopos hablando

con el alma sutil de la brisa.

El trigal sólo quiere silencio.

Se cuajó con el sol, y suspira

por el amplio elemento en que moran

los ensueños despiertos.

El día,

ya maduro de luz y sonido,

por los montes azules declina.

¿Qué misterioso pensamiento

conmueve a las espigas?

¿Qué ritmo de tristeza soñadora

los trigales agita?...

¡Parecen las espigas viejos pájaros

que no pueden volar! Son cabecitas,

que tienen el cerebro de oro puro

y expresiones tranquilas.

Todas piensan lo mismo, todas llevan

un secreto profundo que meditan.

Arrancan a la tierra su oro vivo

y cual dulces abejas del sol, liban

el rayo abrasador con que se visten

para formar el alma de la harina.

¡Oh, qué alegre tristeza me causáis,

dulcísimas espigas!

Venís de las edades más profundas,

cantasteis en la Biblia,

y tocáis cuando os rozan los silencios

un concierto de liras.

Brotáis para alimento de los hombres.

¡Pero mirad las blancas margaritas

y los lirios que nacen porque sí¡

¡Momias de oro sobre las campiñas!

La flor silvestre nace para el sueño

y vosotras nacéis para la vida.

MEDITACIÓN BAJO LA LLUVIA

3 de enero de 1919.

A José Mora.

Ha besado la lluvia al jardín provinciano

dejando emocionantes cadencias en las hojas.

El aroma sereno de la tierra mojada

inunda al corazón de tristeza remota.

Se rasgan nubes grises en el mudo horizonte.

Sobre el agua dormida de la fuente, las gotas

se clavan, levantando claras perlas de espuma.

Fuegos fatuos que apaga el temblor de las ondas.

La pena de la tarde estremece a mi pena.

Se ha llenado el jardín de ternura monótona.

¿Todo mi sufrimiento se ha de perder, Dios mío,

como se pierde el dulce sonido de las frondas?

¿Todo el eco de estrellas que guardo sobre el alma

será luz que me ayude a luchar con mi forma?

¿Y el alma verdadera se despierta en la muerte?

¿Y esto que ahora pensamos se lo traga la sombra?

¡Oh, qué tranquilidad del jardín con la lluvia!

Todo el paisaje casto mi corazón transforma

en un ruido de ideas humildes y .apenadas

que pone en mis entrañas un batir de palomas.

Sale el sol. El jardín desangra en amarillo.

Late sobre el ambiente una pena que ahoga.

Yo siento la nostalgia de mi infancia intranquila,

mi ilusión de ser grande en el amor, las horas

pasadas como ésta contemplando

la lluvia con tristeza nativa.

Caperucita roja

iba por el sendero ...,

Se fueron mis historias, hoy medito, confuso,

ante la fuente turbia que del amor me brota.

¿Todo mi sufrimiento se ha de perder, Dios mío,

como se pierde el dulce sonido de las frondas?

Vuelve a llover.

El viento va trayendo a las sombras.

MANANTIAL

(FRAGMENTO)

1919

La sombra se ha dormido en la pradera.

Los manantiales cantan.

Frente al ancho crepúsculo de invierno

mi corazón soñaba.

¿Quién pudiera entender los manantiales,

el secreto del agua

recién nacida, ese cantar oculto

a todas las miradas

del espíritu, dulce melodía

más allá de las almas...?

Luchando bajo el peso de la sombra

un manantial cantaba.

Yo me acerqué para escuchar su canto

pero mi corazón no entiende nada.

Era un brotar de estrellas invisibles

sobre la hierba casta,

nacimiento del Verbo de la tierra

por un sexo sin mancha.

Mi chopo centenario de la vega

sus hojas meneaba

y eran las hojas trémulas de ocaso

como estrellas de plata.

El resumen de un cielo de verano

era el gran chopo.

Mansas

y turbias de penumbra yo sentía

las canciones del agua.

¿Qué alfabeto de auroras ha compuesto

sus oscuras palabras?

¿Qué labios las pronuncian? ¿Y qué dicen

a la estrella lejana?

¡Mi corazón es malo, Señor! Siento en mi carne

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