Выбери любимый жанр

Las aventuras de Huckleberry Finn - Твен Марк - Страница 12


Изменить размер шрифта:

12

El se levanto de golpe y me miro con los ojos desorbitados. Despues se dejo caer de rodillas, junto las manos y dijo:

—No me hagas dano, ?por favor! Yo nunca le he hecho dano a un fantasma. Siempre he sido amigo de los muertos y he hecho lo que podia por ellos. Vuelvete al rio otra vez, que es tu sitio, y no le hagas nada al viejo Jim, que siempre fue amigo tuyo.

Bueno, no tarde en hacerle comprender que no estaba muerto. Estaba muy contento de ver a Jim. Ya no me sentia solo. Le dije que no me daba miedo que el dijese a la gente donde me habia visto. Yo seguia hablando, pero el continuaba alli sentado, mirandome, sin decir ni una sola palabra. Entonces voy y digo:

—Ya es de dia. Vamos a buscar el desayuno. Atiza bien la hoguera.

—?De que vale atizar la hoguera para cocinar fresas y cosas asi? Pero tu tienes una escopeta, ?no? Asi podemos comer algo mejor que fresas.

—Fresas y cosas asi —voy y digo yo—. ?Estas viviendo de eso?

—Es lo unico que encuentro —dice el.

—Pero, ?cuanto tiempo llevas en la isla, Jim?

—Vine la noche despues que te mataran.

—?Como, tanto tiempo?

—Si, senor.

—?Y no has comido mas que cosas de esas?

—No, senor; nada mas.

—Bueno, debes estar muriendote de hambre, ?no?

—Calculo que me podria zampar un caballo. De verdad que si. ?Cuanto tiempo llevas tu en la isla?

—Desde la noche que me mataron.

—?No! y, ?de que has vivido? Pero tienes una escopeta. Ah, si, tienes una escopeta. Esta muy bien. Ahora tu matas algo y yo hago una hoguera.

Asi que fuimos adonde estaba la canoa y mientras el organizaba la hoguera en un claro de la hierba entre los arboles, yo fui a buscar harina y tocino y cafe, y cafetera y sarten y azucar y unas tazas de hojalata, y el negro se quedo muy asombrado, porque penso que todo lo hacia por brujeria. Tambien atrape un buen pez gato y Jim lo limpio con su navaja y lo frio.

Cuando el desayuno estuvo listo nos tumbamos en la hierba y lo comimos mientras estaba calentito. Jim se puso a comer con mucha gana, pues estaba medio muerto de hambre. Cuando nos quedamos bien llenos, descansamos y nos tumbamos.

Poco despues va Jim y dice:

—Pero, oye, Huck, ?a quien mataron en la cabana si no fue a ti?

Entonces le conte toda la historia y me dijo que habia sido muy astuto. Dijo que Tom Sawyer no podia inventarse un plan mejor que el mio. Despues voy yo y digo:

—Y, ?como es que estas tu aqui, Jim, como has llegado? Parecio ponerse nervioso y no dijo nada durante un minuto. Despues va y dice:

—A lo mejor mas vale que no te lo cuente.

—?Por que, Jim?

—Bueno, hay motivos. Pero tu no te chivarias si te lo contara, ?verdad, Huck?

—Por estas que no, Jim.

—Bueno, te creo, Huck. Me… me he escapado.

—?Jim!

—Pero acuerdate que dijiste que no lo dirias… sabes que dijiste que no lo dirias, Huck.

—Bueno, es verdad. Dije que no y lo mantengo. De verdad de la buena. La gente me llamara maldito abolicionista y me despreciara por no decir nada, pero no me importa. No voy a acusarte y de todos modos nunca voy a volver alli. Asi que ahora cuentamelo todo.

—Bueno, mira, paso asi. La moza vieja, o sea, la senorita Watson, se pasa el tiempo metiendose conmigo y me trata muy mal, pero siempre dijo que no me venderia en Orleans. Pero he visto que habia un tratante de negros que pasaba mucho tiempo por casa y empece a ponerme nervioso. Bueno, una noche me acerco a la puerta muy tarde y la puerta no estaba cerrada del todo y oigo a la moza vieja que dice a la viuda que me va a vender en Orleans, aunque no queria, pero que me podia sacar ochocientos dolares, y era tanto dinero que no podia resistirse. La viuda trato de hacer que prometiese que no, pero yo no espere a oir el resto. Te aseguro que me marche a toda velocidad.

»Me largue zumbando cuesta abajo, con la esperanza de robar un bote en la orilla, en alguna parte por arriba del pueblo, pero todavia habia gente despierta, asi que me escondi en el taller viejo del tonelero que esta medio derrumbado en la orilla, a esperar que se fueran todos. Bueno, alli me pase la noche. Siempre habia alguien. Hacia las seis de la manana empezaron a pasar botes, y hacia las ocho o las nueve todos los botes que pasaban contaban que tu papa habia venido al pueblo a decir que te habian matado. Estos ultimos botes estaban llenos de senoras y de caballeros que iban a ver el sitio. A veces amarraban a la orilla para descansar antes de empezar el cruce, y me entere de tu muerte por lo que decian. Senti mucho que te hubieran matado, Huck, pero ahora ya no.

»Me quede alli escondido todo el dia, debajo de las virutas y el serrin. Tenia hambre, pero no miedo, porque sabia que la moza vieja y la viuda iban a ir al sermon del campamento poco despues del desayuno y faltarian todo el dia, y ellas sabian que yo salia con el ganado al amanecer, asi que no esperarian verme por la casa y no me echarian de menos hasta despues de la oscurecida. Los otros criados tampoco, porque se iban a ir de fiesta en cuanto las viejas no estuvieran en casa.

»Bueno, cuando oscuricio subi por la carretera del rio, unas dos millas o mas hasta donde ya no habia casas. Habia decidido lo que iba a hacer. O sea, si trataba de escaparme a pie, los perros me encontrarian; si robaba un bote para cruzar, lo echarian de menos, comprendes, y sabrian que iba a dar al otro lado y donde buscarme la pista. Asi que digo: «Lo que necesito es una balsa; eso no deja huellas».

»Vi una luz que pasaba por la punta, asi que me meti y empuje un tronco delante de mi y nade mas de la mitad del rio y me meti entre el maderamen que bajaba, con la cabeza baja, y como que nade contracorriente hasta que paricio la balsa. Entonces nade a la popa para agarrarme. Llegaron nubes y estuvo oscuro un rato. Asi que me subi a tumbar en las planchas. Los hombres estaban todos en el medio, donde el farol. El rio estaba creciendo y habia buena corriente, asi que pense que para las cuatro de la manana estaria veinticinco millas rio abajo y entonces volveria al agua antes de echarme otra vez a nadar y meterme en el bosque del lado de Illinois.

»Pero no tuve suerte. Cuando habiamos llegado casi a la punta de la isla un hombre empezo a venir a popa con el farol. Vi que no valia de nada esperar, asi que me deje caer y me eche a nadar hasta la isla. Bueno, creia que podia hacer pie casi en cualquier parte, pero no; la ribera estaba demasiado empinada. Tuve que llegar casi al final de la isla antes de encontrar un buen sitio. Me meti en el bosque y pense que no volveria a subirme en mas balsas mientras siguieran andando por ahi con el farol. Tenia la pipa y un poco de picadura en la gorra que no se habian mojado, asi que no habia problema.

12
Перейти на страницу:

Вы читаете книгу


Твен Марк - Las aventuras de Huckleberry Finn Las aventuras de Huckleberry Finn
Мир литературы