Destinos Truncados - Стругацкие Аркадий и Борис - Страница 20
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Por suerte, para ir desde nuestra estacion a Sokolniki no habia que cambiar de linea, a esta hora (casi las dos de la tarde) no habia mucha gente, me sente en un rincon y cerre los ojos. Mis pensamientos fluyeron en otra direccion, mas profesional, si es posible definirla asi.
Por enesima vez pensaba que la literatura, hasta la mas realista, solo correspondia a la realidad de manera aproximada cuando trataba sobre el mundo interior de las personas. Intentaba recordar una obra literaria en la que el protagonista estuviera en mi situacion o en una parecida, y lograra expresar de una forma mas o menos clara la falta de ganas de ir a determinado lugar. El lector no se lo perdonaria nunca. Y no importa que el protagonista fuera de todos modos, sobreponiendose a miles de obstaculos, que realizara heroicos milagros, pues de cualquier manera su imagen quedaria feamente manchada ante los ojos del lector, y por supuesto, del editor.
En general, al heroe se le permite tener muchos defectos en nuestra epoca tan liberal. Incluso se le deja ser un borrachin, y hasta hurtar algo mal puesto (claro, siempre por razones altruistas). Puede ser un mal padre de familia, un manirroto, un inadaptado, puede ser una persona totalmente superficial que se comporta con ligereza. Lo unico que se le prohibe a nuestro heroe es la misantropia practica. Pasara antes un camello por el ojo de una aguja, que no un personaje positivo con indiferencia ante un pajarillo con un ala rota. Asi resulta que yo, Felix Alexandrovich Sorokin, soy por lo menos un invalido moral segun las normas literarias, tanto nacionales como extranjeras.
Esa deduccion me divirtio y me puso de buen humor. En primer lugar, ahora podia dejar de ir a la calle Bannaia bajo un pretexto no solo totalmente correcto, sino ademas muy humano. En segundo lugar... En segundo lugar, bastaba con el primer pretexto. Para regresar, tomaria un taxi, por suerte tenia dinero. Iria a Biriuliovo, entregaria la maldita matusalina, y en el mismo taxi me largaria al club...
Me puse a dormitar, y entre suenos pense que ese nuevo medicamento tenia un nombre bastante raro. Matusalina. Generaba recuerdos asociativos. Turquia. El Oriente Medio, quien sabe por que. Matusalen. ?La Biblia?
Encontre el instituto sin problemas. El autobus se detuvo delante de la entrada, desde la cual se extendia, a lo largo de toda la calle, una valla muy alta e infinita. No habia ningun letrero alli, y en el camino de entrada estaba de pie un hombre con las manos en los bolsillos, sin abrigo, con un gorro de orejeras. Me echo una mirada torcida, pero no dijo nada y entro a la caseta caliente. Seguramente, debi haber echado a andar directamente por el caminito, sin mirar a derecha ni a izquierda, pero soy incapaz de hacer eso. Me incline ante la ventanilla.
—?Como puedo ver a Ivan Davidovich Martinson?
En la cabina, un anciano de chaqueta grasienta bebia te de un platillo y mordia un caramelo. Sin prisa, dejo el platillo humeante sobre la mesa, saco de debajo de la mesa una gorra tambien grasienta y se la coloco cuidadosamente sobre la calva.
—El pase —dijo.
Le respondi que no tenia pase. Ese reconocimiento ratifico el peor de sus temores. Como si le hubieran advertido a primera hora que un tipo sin pase intentaria entrar y que no podia dejarlo pasar de ninguna manera. Se levanto, salio al pasillo de entrada y se paro delante del torniquete. Me puse a rogar y a convencerlo. A medida que mis ruegos se volvian mas lastimeros, la resolucion del cruel vejete se hacia mas fuerte, y todo aquello duro hasta el momento en que comprendi que me encontraba ante un obstaculo insuperable, razon por la cual podia largarme de alli sin remordimientos, ir directamente a la calle Bannaia y despues al club. Con gran placer le dije al vejete que era una momia podrida, y satisfecho me di la vuelta y me marche.
?Pero de eso, nada!
—No permite pasar —dijo con firmeza el hombre del gorro de orejeras.
—Vieja momia putrefacta —respondi.
Y entonces aquel hombre, a quien yo no le habia preguntado nada, me conto con gran placer que ahora nadie entraba por aquel acceso pues no dejaban pasar a nadie, ahora todos cruzaban la valla, habia un hueco a cien pasos; todos pasaban por alli, pues nadie queria dar un enorme rodeo para llegar a la carretera Bogorodskoie, y pasando a traves de la valla, atravesando el territorio del instituto y cruzando otra valla se llegaba enseguida a una venta de vino.
?Que otra cosa podia hacer yo? Le di las gracias a aquel buen hombre y segui sus instrucciones con exactitud. Desde el agujero en la valla, un caminito abierto por las pisadas de mucha gente atravesaba el enorme territorio del instituto, cubierto de nieve. A la derecha del caminito habia una construccion a medio hacer, y a la izquierda un edificio de cinco pisos, de ladrillo blanco con enormes ventanas escolares. Al parecer se trataba del instituto. Del caminito partia un sendero hacia el edificio, al parecer tambien muy transitado.
Ante la entrada del instituto (un enorme porche con puertas de vidrio bajo una amplia visera de hormigon), tres hombres abrian un contenedor, cubierto de letreros en lenguas extranjeras. Tambien iban sin abrigo y llevaban gorros de orejeras. Pase junto a ellos, subi unos escalones y entre en el vestibulo.
Se trataba de un local amplio, iluminado por lamparas de mercurio, lleno de personas que, en mi opinion, no se dedicaban a nada, que estaban alli, en grupos, fumando. Tomando en cuenta la amarga experiencia anterior, no le pregunte nada a nadie y me dirigi hacia el guardarropa, donde deje el abrigo, manteniendo en la cara una expresion sombria, de preocupacion, mientras ponia en primer plano mi carpeta.
Despues, me peine ante el espejo y subi por las escaleras hasta el segundo piso. Por que precisamente hasta el segundo piso, no hubiera podido explicarlo, y tampoco nadie me pregunto nada al respecto. Alli el suelo tambien era de baldosas, tambien habia brillantes lamparas de mercurio y se veian grupos de personas que fumaban. Me dirigi a un hombre joven, que estaba solo. Su expresion tambien era sombria y preocupada, y pense que no se pondria a averiguar quien era yo, por que estaba alli y si tenia derecho a estar.
No me equivoque. Distraido, sin mirarme siguiera, me explico que Martinson seguramente estaba ahora en los banos, en el tercer piso a la derecha, inmediatamente detras de los esqueletos, el numero de la puerta era el treinta y siete.
No encontre ningun esqueleto en el tercer piso, no se de que estaria hablando aquel joven que se expresaba tan bien, pero el bano con el numero treinta y siete en la puerta resulto ser una habitacion enorme, muy iluminada. Habia alli mucho vidrio, muchas luces que parpadeaban, en varias pantallas aparecian curvas verdosas, olia a vida artificial y maquinas inteligentes, y en el centro del recinto, de espaldas a mi, estaba sentado un hombre que hablaba por telefono en voz alta.
—?Olvida eso! —gritaba—. ?Que ley? ?Sigue presionando! ?Olvidalo! Lomonosov no tiene nada que ver con esto, Lavoisier tampoco. ?Lo que tienes que hacer es meter mas presion! —Colgo el telefono y se volvio hacia mi—. ?En el comite de empresa, en el comite de empresa!
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