Samarcanda - Maalouf Amin - Страница 19
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– Los tiempos han cambiado, Hassan. Los turcos poseen la fuerza y los persas han sido vencidos. Unos, como Nizam, buscan un compromiso con los vencedores; otros, como yo, se refugian en los libros.
– Y hay otros, ademas, que luchan. Hoy no son mas que un punado, manana seran miles; un ejercito numeroso, decidido, invencible. Yo soy el apostol de la Nueva Predicacion, recorrere el pais sin descanso, usare tanto la persuasion como la fuerza y con la ayuda del Altisimo derribare el poder corrompido. Te lo digo a ti, Omar, que me salvaste un dia la vida: el mundo asistira pronto a unos acontecimientos cuyo sentido poca gente comprendera. Tu comprenderas, sabras lo que esta pasando, sabras quien sacude esta tierra y como va a terminar esa voragine.
– No quiero poner en duda tus convicciones ni tu entusiasmo, pero recuerdo haberte visto, en la corte de Malikxah, disputar a Nizam el-Molk los favores del sultan turco.
– Desenganate, no soy el innoble personaje que sugieres.
– Yo no sugiero nada, unicamente senalo algunas disonancias.
– Solo se deben a tu desconocimiento de mi pasado. No puedo reprocharte que juzgues por las apariencias de las cosas, pero me miraras de otro modo cuando te haya contado mi verdadera historia. Vengo de una familia chii tradicional. Siempre me ensenaron que los ismaelies no eran mas que herejes. Hasta el momento en que conoci a un misionero que despues de discutir durante mucho tiempo conmigo hizo vacilar mi fe. Cuando, por miedo a rendirme, decidi no volver a dirigirle la palabra, cai enfermo, tan gravemente que crei que habia llegado mi ultima hora. Vi en ello un signo, un signo del Altisimo, e hice la promesa, si sobrevivia, de convertirme a la fe de los ismaelies. Me restableci de la noche a la manana. En mi familia nadie podia creer en una curacion tan subita. Por supuesto, cumpli mi palabra, preste juramento y al cabo de dos anos se me confio una mision: acudir junto a Nizam el-Molk, insinuarme en su divan con el fin de proteger a nuestros hermanos ismaelies en dificultades. Me marche, pues, de Rayy hacia Ispahan y en el camino me detuve en un caravasar de Qaxan. Una vez solo en mi pequena habitacion, me estaba preguntando de que forma podria introducirme en el circulo del visir, cuando se abrio la puerta. ?Quien entro? Jayyam, el gran Jayyam que el cielo me habia enviado a ese lugar para facilitar mi mision.
Omar esta estupefacto.
– ?Y pensar que Nizam el-Molk me pregunto si eras ismaeli y yo le respondi que no lo creia!
– No mentiste, tu no lo sabias. Ahora lo sabes.
Se interrumpe.
– ?No me habias ofrecido algo de comer?
Omar abre la puerta, llama a la sirvienta y le pide que traiga algunos platos. Y luego reanuda su interrogatorio:
– ?Y hace siete anos que estas vagando asi, vestido de sufi?
– He vagado mucho. Cuando abandone Ispahan fui perseguido por los agentes de Nizam, que querian matarme. Pude despistarlos en Qom donde unos amigos me ocultaron. Y luego reanude el camino hasta Rayy, donde conoci a un ismaeli que me recomendo que fuera a Egipto, que acudiera a la escuela de los misioneros que el mismo habia frecuentado. Di un rodeo por Azerbeiyan antes de volver a bajar a Damasco. Tenia intencion de tomar la ruta del interior hacia El Cairo. Los turcos y los magrebies luchaban alrededor de Jerusalen y tuve que volver sobre mis pasos y tomar la ruta de la costa por Beirut, Saida, Tiro y Acra, donde encontre sitio en un barco. A mi llegada a Alejandria, fui recibido como un emir de alto rango; un comite de acogida me esperaba presidido por Abu-Daud, jefe supremo de los misioneros.
La sirvienta acaba de entrar y deposita sobre la alfombra algunas escudillas. Hassan empieza una oracion que interrumpe cuando ella se marcha.
– En El Cairo pase dos anos. En la escuela de misioneros eramos varias decenas, pero solo un punado de entre nosotros estaba destinado a actuar fuera del territorio fatimi.
Evita dar demasiados detalles. Sin embargo, se sabe por diversas fuentes que las clases se impartian en dos lugares diferentes: los ulemas explicaban los principios de la fe en la medersa de Al-Azhar y los medios para propagarlos se ensenaban en el recinto del palacio califal. Era el propio jefe de los misioneros, alto personaje de la corte fatimi, quien explicaba a los estudiantes los metodos de persuasion, el arte de desarrollar un argumento, de hablar a la razon tanto como al corazon. Y era igualmente el quien les hacia memorizar el codigo secreto que debian en sus comunicaciones. Al final de cada sesion, los estudiantes iban uno a uno a arrodillarse ante el jefe de los misioneros, que les pasaba por encima de la cabeza un documento que llevaba la firma del iman. Despues de esto, tenia lugar otra sesion, mas corta, destinada a las mujeres.
– En Egipto recibi toda la ensenanza que necesitaba.
– ?No me dijiste un dia que a los diecisiete anos ya lo sabias todo? -se burla Jayyam.
– Hasta los diecisiete anos acumule conocimientos, luego aprendi a creer. En El Cairo aprendi a convertir.
– ?Y que les dices a aquellos que intentas convertir?
– Les digo que la fe no es nada sin un maestro para ensenarla. Cuando proclamamos: «No hay mas dios que Dios», anadimos inmediatamente «Y Mahoma es su Mensajero». ?Por que? Porque no tendria ningun sentido afirmar que hay un solo Dios si no citamos la fuente, es decir, el nombre de aquel que nos ha ensenado esa verdad. Pero ese hombre, ese Mensajero, ese Profeta, ha muerto hace tiempo. ?Como podemos saber que existio y que hablo como nos lo han contado? Yo que, como tu, he leido a Plat6n y a Aristoteles, necesito pruebas.
– ?Que pruebas? ?Hay realmente pruebas en esas materias?
– Para vosotros los sunnies no hay, efectivamente, ninguna prueba. Pensais que Mahoma murio sin designar un heredero, que dejo abandonados a los musulmanes y que entonces se dejaron gobernar por el mas fuerte o el mas astuto. Eso es absurdo. Nosotros pensamos que el Mensajero de Dios nombro un sucesor, un depositario de sus secretos: el iman Ali, su yerno, su primo, casi su hermano. A su vez, Ali designo un sucesor. Asi se ha perpetuado el linaje de los imanes legitimos y por medio de ellos se ha transmitido la prueba del mensaje de Mahoma y de la existencia del Dios unico.
– Por todo lo que dices no veo en que difieres de los otros chiies.
– Entre mi fe y la de mis padres la diferencia es grande. Ellos me ensenaron que debiamos sufrir con paciencia el poder de nuestros enemigos esperando el regreso del iman oculto, que establecera sobre la tierra el reino de la justicia y recompensara a los verdaderos creyentes. Mi propia conviccion es que hay que actuar desde ahora mismo, preparar por todos los medios el advenimiento de nuestro iman en esta region. Yo soy el Precursor, aquel que allana la tierra con el fin de que este preparada para recibir al iman del Tiempo. ?Ignoras que el Profeta hablo de mi?
– ?De ti, Hassan hijo de Ali Sabbah, nativo de Qom?
– ?Acaso no dijo: «Un hombre vendra de Qom; exigira a las gentes que sigan el camino recto y los hombres se reuniran en torno suyo como puntas de lanzas, el viento de las tempestades no los dispersara, no se cansaran de luchar, no flaquearan y en Dios se apoyaran?»
– No conozco esa cita. Sin embargo, he leido los libros de las tradiciones certificadas.
– Tu has leido los libros que tu quieres; los chiies tienen otros libros.
– ?Y se trata de ti?
– Pronto no lo dudaras mas.
XVI
E l hombre de los ojos desorbitados ha reanudado su vida errante. Infatigable misionero, recorre el Oriente musulman: Balj, Merv, Kaxgar, Samarcanda. Por todas partes predica, argumenta, convierte, organiza. No abandona una ciudad o un pueblo sin haber designado un representante que deja rodeado de un circulo de adeptos, chiies cansados de esperar y de padecer, sunnies, persas o arabes hartos de la dominacion de los turcos, jovenes con deseos de rebelion, creyentes a la busqueda de rigor. El ejercito de Hassan aumenta cada dia. Se les llama «batinis», la gente del secreto. Se les trata de herejes, de ateos. Los ulemas lanzan anatema tras anatema: «?Ay del que se alie con ellos, ay del que se siente a su mesa, ay del que se una a ellos por el matrimonio! Derramar su sangre es tan legitimo como regar el jardin.»
El tono sube, la violencia no permanece encerrada en la palabra durante mucho tiempo. En la ciudad de Savah el predicador de una mezquita denuncia a algunas personas que a las horas de la oracion se reunen apartadas de los otros musulmanes. Invita a la policia a actuar con rigor. Dieciocho herejes son detenidos. Algunos dias mas tarde el denunciante aparece apunalado. Nizam el-Molk ordena un castigo ejemplar: un carpintero ismaeli es acusado del crimen, torturado y crucificado, y su cuerpo arrastrado por todas las callejuelas del bazar.
«Ese predicador fue la primera victima de los ismaelies, ese carpintero fue su primer martir», estima un cronista, para anadir que obtuvieron su primer gran exito cerca de la ciudad de Kain, al sur de Nisapur. Una caravana de la que formaban parte mas de seiscientos mercaderes y peregrinos, asi como un importante cargamento de antimonio, llegaba de Kirman. A media jornada de Kain, unos hombres armados y enmascarados les cerraron el camino. El anciano de la caravana penso que se trataba de bandoleros y quiso negociar un rescate como solia hacerlo. Pero no se trataba de eso. Los viajeros fueron conducidos hacia un pueblo fortificado donde se les retuvo durante varios dias, sermoneandoles e invitandoles a convertirse. Algunos aceptaron, a otros se les puso en libertad y finalmente exterminaron a la mayoria de ellos.
Sin embargo, ese secuestro de la caravana pronto pareceria una peripecia de poca importancia en la gigantesca aunque solapada prueba de fuerza que se esta desarrollando. Las matanzas y los contragolpes se suceden. No se salva ninguna ciudad, ninguna provincia, ninguna ruta; la «paz selyuqui» comienza a desmoronarse.
Es entonces cuando estalla la memorable crisis de Samarcanda. «El cadi Abu Taher esta en el origen de los acontecimientos», afirma perentoriamente un cronista. No, las cosas no son tan sencillas.
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