La Joven De Las Rosas - Kretser Michelle de - Страница 4
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– ?Que falta de consideracion por tu parte estropear el globo de tu primo! Puede que nunca se me presente otra oportunidad de conquistar los cielos.
Stephen contemplo los fragmentos que habia en el patio.
– Encargare uno nuevo tan pronto como vuelva a Burdeos. Y podria ensenarte a construir uno en miniatura. Todo lo que se necesita es una vejiga de buey y cola de pescado.
– ?Lo has leido en un periodico ilustrado?
– Pero ?que salio mal? -pregunto Sophie, que se paseaba alrededor de los restos, levantando de vez en cuando con la punta del zapato una anilla de madera chamuscada o un trozo de alambre del que todavia colgaba un trozo de mimbre. Era consciente de que el tenia el pelo de un dorado palido. No amarillo (lo habia comprobado), sino con un brillo como el del metal al sol. Era mas alto que ella, cosa que rara vez ocurria. Y tenia los ojos verde azulados, como imaginaba que era el mar. Todo el mundo sabia que los estadounidenses eran inventivos y perfectos; amaban la libertad y para ellos no suponia nada viajar grandes distancias. Era dificil no quedarse mirandolo.
Como todo en esa casa, la camisa que Stephen habia tomado prestada olia a rosas. Tambien era varias tallas demasiado grande para el. Apoyado en su baston, agito los brazos para sentir la brisa y espero a que las hermanas sonrieran.
– Estaba haciendo descender el globo, llevaba horas en el aire y los prados que hay junto al rio me parecieron acogedores. Recuerdo que tire de la cuerda que abre la valvula y deja salir el aire. Luego se produjo la explosion. Debi de saltar de la cesta… y alli desperte, tendido en su sofa.
– Un palmo mas en un sentido u otro -dijo Mathilde, no sin pesar- y habrias yacido en un mar de sangre.
– ?Aterrizar siempre es lo mas dificil?
El reconocio que habia ocurrido otra catastrofe en el primer vuelo que hizo solo, preguntandose por que Sophie dirigia sus comentarios al suelo o a un punto mas alla de su hombro.
– Pero segui las instrucciones de Charles con precision. Habia subido con el dos veces, y pense que no habia nada comparable a esa emocion… salvo sobrevolar la tierra en soledad, contemplar la naturaleza sin distraerte con conversaciones frivolas… Es sublime. -Cerro los ojos y, por un instante, floto por encima de un mundo creado para su deleite.
– Pero has dicho que el tufo era horrible.
Abrio los ojos.
– No, no, este es… era el ultimo modelo, un globo lleno de aire inflamable. Totalmente limpio y cientifico.
– Los aldeanos querian matarte a palos -le conto Mathilde, deslizando una mano en la de el-. Te tomaron por una criatura del diablo.
– Menos mal que su globo no prendio fuego a la cebada -dijo Sophie-, o seguramente te habrian matado. Las ultimas cosechas han ido mal y cuentan con esta.
Tenia la costumbre, segun advirtio el, de sostenerse sobre un pie, con el otro enlazado alrededor del tobillo. Le parecia encantadora y deliciosamente extrana, como todas las jovenes francesas que habia conocido. Si bien ni por asomo tan hermosa como sus hermanas.
– Algunos de los hombres mas osados han venido a casa esta manana para ver si habias desaparecido o cambiado de forma… o nos habias arrastrado a todos hasta los fuegos del infierno que te engendraron. -Mathilde saltaba alrededor de el en un sentido, luego en el otro.
– Ojala hubiera salvado mi cuaderno de bocetos. -Echando la cabeza atras, miro el cielo con los ojos entrecerrados-. Posibilidades ilimitadas. Eso era lo que trataba de dibujar.
Estaba de espaldas a la casa, pero al reconocer unos pasos ligeros sobre la grava se ocupo al instante de su pipa. Era una adquisicion reciente que todavia no podia contarse entre sus habilidades. Aun asi, creia que le hacia importante; y necesitaba algo para senalar su nueva vida.
Mathilde dijo a la recien llegada:
– En realidad no es aeronauta, sino artista. No me extrana que Brutus recelara de el.
– No se como soporta estar en las proximidades de ese horrible perro. -Claire estaba de pie cerca de el y sonrio-. Es muy osado de su parte.
– No me hizo dano en realidad -dijo el con atrevimiento, moviendo la pipa con resolucion al agitar las anchas mangas de la camisa.
– No tenia intencion de hacerte dano. Solo queria que supieras que te habia calado.
– Matty, ?has terminado tus lecciones de hoy? -pregunto Sophie.
– La aerostacion es cientifica. Sin duda querreis que mi educacion avance al ritmo de los tiempos.
– ?De veras es artista? -Claire llevaba un vestido de algodon amarillo con una faja azul, asi como piedras azules en las orejas y alrededor del cuello.
– En septiembre tendre un estudio en Paris -dijo-, y entonces lo sere.
Una ninera se acercaba por el camino. El bebe que llevaba dormia a ratos y lloraba a menudo. Habia bajado con el al pueblo, senalandole todo aquello que podia interesarle -unos petirrojos revoloteando sobre un seto, un campo de avena rosado, un joven asombrosamente bien parecido con quien habia sido preciso cruzar unas palabras- y de regreso el nino se habia quedado por fin dormido.
Claire la llamo.
– No ha visto a mi hijo Olivier, ?verdad, senor Fletcher? ?No es un bebe gordo y precioso?
– Por favor… llameme Stephen.
Ella permanecio alli, con su vestido del color del sol, arrullando al nino. El penso en campos, tejados, vinedos, hojas, agua y chapiteles, angulos de vision que en otro tiempo habian sido imposibles.
Una mariposa naranja paso revoloteando. Brutus cerro las fauces sobre ella.
El precioso y gordo bebe abrio los ojos.
Abrio la boca.
Se abrazo el cuerpo y empezo a berrear.
Sophie y la ninera se miraron.
4
En 1789 Gascuna era una inmensa y poco manejable provincia del sudoeste de Francia, extendida entre el Atlantico y los Pirineos, que se lanzaba por el norte casi hasta Limoges y tendia una codiciosa mano hacia el este hasta Rodez. Comprendia una gran diversidad de distritos fiscales, territorios feudales, sistemas judiciales, diocesis y oscuras subdivisiones militares impuestas originalmente para conveniencia de los romanos. Pocas de esas fronteras pueden delimitarse con certeza; menos aun son las que siguen coincidiendo y casi ninguna puede trazarse con exactitud en un mapa. En 1789 Gascuna, como la misma Francia, era una amalgama de territorios no unificados: estaba lista para la racionalizacion, centralizacion, innovacion; esperaba a ser tomada por el futuro.
En lo mas profundo de su verde y apacible corazon, dos personas se abren paso por una ladera.
– ?Que piensas de Fletcher?
Sophie se agacha para coger un punado de la dulce y silvestre hierbabuena que han estado pisoteando.
– ?Un entusiasta?
Su padre sonrie.
– El entusiasmo parece gobernar los tiempos, si son ciertas la mitad de las noticias que nos llegan de Paris.
Ella recuerda una ocasion cuando tenia cinco anos, tal vez seis. Los Saint-Pierre estaban almorzando y Sophie llevaba una tarta de manzana del aparador a la mesa. El plato de barro pesaba y todavia estaba caliente del horno; a duras penas logro salvar la distancia sin que se le cayera. Sabia que tenia que ponerlo en el salvamanteles de peltre delante de su madre, pero estaba al otro lado de la mesa. De modo que dejo el plato a salvo en la esquina mas proxima y lo deslizo por la madera encerada.
– ?Cuidado! -exclamo Claire-. Vas a estropear la mesa. Mira lo que esta haciendo Sophie.
Pero su padre dijo:
– Bien hecho, Sophie. -Y a su mujer-: ?Lo has visto? Ha reflexionado sobre el problema y en lugar de intentar llevar el plato hasta ti, para que seguramente se le caiga, ha utilizado su ingenio y discurrido un metodo mas inteligente. -Sento a Sophie en su regazo, le dio de comer la tarta de manzana con nata de su plato, la felicito.
Ahora tiene veintidos anos y sigue hambrienta de su aprobacion. Tal vez el se la calla. O la reparte cucharada dulce tras cucharada.
Mastica una hoja de hierbabuena, notando su textura ligeramente aspera en la boca.
Regado por siete rios, este rincon de Gascuna esta intensamente cultivado y resulta absolutamente seductor. Pequenos campos cercados por setos vivos forman un mosaico que recrea la vista y revela las pequenas dimensiones de la propiedad media. Los bosques de robles y castanos, hayas y avellanos, abundan y proporcionan combustible, madera para herramientas, tierras de pastoreo. Hay temblorosos alamos junto a aquel riachuelo, y cipreses a lo largo de estos riscos. Los vinedos producen grandes cantidades de vinos que no son excepcionales, pero el orgullo de la region afirma que nada puede rivalizar con el suave y oscuro brandy conocido como armagnac que le ha dado fama. Todo el mundo tiene un ciruelo.
Los Pirineos no se ven ahora que es verano y hace buen tiempo; y, de todos modos, quedan a unos cien kilometros al sur. Aqui el paisaje nunca pierde de vista las proporciones humanas. Su topografia es lo bastante diversa para impedir la monotonia, lo bastante suave para evitar la grandiosidad. Sus modestas cumbres proporcionan amplias vistas. Es prodiga en luz.
Sophie y Saint-Pierre rodean un prado que asciende al encuentro de una extension de cielo despejado. A Sophie le gusta tumbarse alli, con la hierba haciendole cosquillas en la mejilla, mirando fijamente el cielo hasta que tiene que aferrarse con las manos al suelo para impedir que se le caiga encima. No lo sabe, pero esta costumbre suya se comenta en el pueblo. Es una de sus peculiaridades, como ser alta y no tener marido.
Debido a los anos que lleva domesticado, el campo esta veteado de senderos. La mayoria de la gente tiene que ir a pie a todas partes. Claro que no todos los caminos llevan a alguna parte: un forastero podria seguir confiado un sendero verde que cruza campos y discurre entre sotos, y descubrir que desaparece en la orilla de un pantano o se funde con el espacio en el escarpado flanco de una colina. Los modelos de asentamiento y cultivo han cambiado con los siglos, de modo que un sendero revelador muere en un caseron que no es mas que un rosal silvestre, se desvanece en un olvidado huerto abandonado hace mucho a los pajaros.
Pero Sophie y su padre han tomado un sendero muy frecuentado, ya que va a dar a la carretera que lleva a Castelnau. Esa carretera -y, de hecho, este estrecho sendero cercado- era recorrida en otro tiempo por peregrinos que se dirigian a Espana. Ahora, la peregrinacion ha pasado de moda; en el Siglo de la Razon ya no hay mucha gente cuya fe la mueva a subir y bajar montanas hasta la santa ciudad de Santiago. Se estan olvidando muchos de los viejos y frondosos senderos de peregrinos, ocupados por terratenientes codiciosos para ampliar sus propiedades o asfixiados por zarzas y arboles jovenes, o por caer en desuso.
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