Anaconda - Quiroga Horacio - Страница 27
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DIETA DE AMOR
Ayer de manana tropece en la calle con una muchacha delgada, de vestido un poco mas largo que lo regular, y bastante mona, a lo que me parecio. Me volvi a mirarla y la segui con los ojos hasta que doblo la esquina, tan poco preocupada ella por mi planton como pudiera haberlo estado mi propia madre. Esto es frecuente.
Tenia, sin embargo, aquella figurita delgada un tal aire de modesta prisa en pasar inadvertida, un tan franco desinteres respecto de un badulaque cualquiera que con la cara dada vuelta esta esperando que ella se vuelva a su vez, tan cabal indiferencia, en suma, que me encanto, bien que yo fuera el badulaque que la seguia en aquel momento.
Aunque yo tenia que hacer, la segui y me detuve en la misma esquina. A la mitad de la cuadra ella cruzo y entro en un zaguan de casa de altos.
La muchacha tenia un traje oscuro y muy tensas las medias. Ahora bien, deseo que me digan si hay una cosa en que se pierda mejor el tiempo que en seguir con la imaginacion el cuerpo de una chica muy bien calzada que va trepando una escalera. No se si ella contaba los escalones; pero juraria que no me equivoque en un solo numero y que llegamos juntos a un tiempo al vestibulo.
Deje de verla, pues. Pero yo queria deducir la condicion de la chica del aspecto de la casa, y segui adelante, por la vereda opuesta.
Pues bien, en la pared de la misma casa, y en una gran chapa de bronce, lei:
Doctor Swindenborg
Fisico Dietetico
?Fisico dietetico! Esta bien. Era lo menos que me podia pasar esa manana. Seguir a una mona chica de traje azul marino, efectuar a su lado una ideal ascension de escalera, para concluir…
?Fisico dietetico…! ?Ah, no! ?No era ese mi lugar, por cierto! ?Dietetico! ?Que diablos tenia yo que hacer con una muchacha anemica, hija o pensionista de un fisico dietetico? ?A quien se le puede ocurrir hilvanar, como una sabana, estos dos terminos disparatados: amor y dieta? No era todo eso una promesa de dicha, por cierto. ?Dietetico…! ?No, por Dios! Si algo debe comer, y comer bien, es el amor. Amor y dieta… ?No, con mil diablos!
Esto era ayer de manana. Hoy las cosas han cambiado. La he vuelto a encontrar, en la misma calle, y sea por la belleza del dia o por haber adivinado en mis ojos quien sabe que religiosa vocacion dietetica, lo cierto es que me ha mirado.
"Hoy la he visto… la he visto… y me ha mirado…"
?Ah, no! Confieso que no pensaba precisamente en el final de la estrofa. Lo que yo pensaba era esto: cual debe ser la tortura de un grande y noble amor, constantemente sometido a los extasis de una inefable dieta…
Pero que me ha mirado, esto no tiene duda. La segui, como el dia anterior; y como el dia anterior, mientras con una idiota sonrisa iba sonando tras los zapatos de charol, tropece con la placa de bronce:
Doctor Swindenborg
Fisico Dietetico
?Ah! ?Es decir, que nada de lo que yo iba sonando podria ser verdad?;Era posible que tras los aterciopelados ojos de mi muchacha no hubiera sino una celestial promesa de amor dietetico?
Debo creerlo asi, sin duda, porque hoy, hace apenas una hora, ella acaba de mirarme en la misma calle y en la misma cuadra; y he leido claro en sus ojos el alborozo de haber visto subir limpido a mis ojos un fraternal amor dietetico…
Han pasado cuarenta dias. No se ya que decir, a no ser que estoy muriendo de amor a los pies de mi chica de traje oscuro… Y si no a sus pies, por lo menos a su lado, porque soy su novio y voy a su casa todos los dias.
Muriendo de amor… Y si, muriendo de amor, porque no tiene otro nombre esta exhausta adoracion sin sangre. La memoria me falta a veces; pero me acuerdo muy bien de la noche que llegue a pedirla.
Habia tres personas en el comedor -porque me recibieron en el comedor-: el padre, una tia y ella. El comedor era muy grande, muy mal alumbrado y muy frio. El doctor Swindenborg me oyo de pie, mirandome sin decir una palabra. La tia me miraba tambien, pero desconfiada. Ella, mi Nora, estaba sentada a la mesa y no se levanto.
Yo dije todo lo que tenia que decir, y me quede mirando tambien. En aquella casa podia haber de todo; pero lo que es apuro, no. Paso un momento aun, y el padre me miraba siempre. Tenia un inmenso sobretodo peludo, y las manos en los bolsillos. Llevaba un grueso panuelo al cuello y una barba muy grande.
– ?Usted esta bien seguro de amar a la muchacha? me dijo, al fin.
?Oh, lo que es eso!-le respondi.
No contesto nada, pero me siguio mirando.
– ?Usted come mucho? -me pregunto. Regular -le respondi, tratando de sonreirme.
La tia abrio entonces la boca y me senalo con el dedo como quien senala un cuadro:
– El senor debe comer mucho… -dijo. El padre volvio la cabeza a ella:
– No importa -objeto-. No podriamos poner trabas en su via… Y volviendose esta vez a su hija, sin quitar las manos de los bolsillos:
– Este senor te quiere hacer el amor le dijo-. ?Tu quieres?
Ella levanto los ojos tranquila y sonrio:
– Yo, si -repuso.
– Y bien -me dijo entonces el doctor, empujandome del hombro-.Usted es ya de la casa; sientese y coma con nosotros.
Me sente enfrente de ella y cenamos. Lo que comi esa noche, no se, porque estaba loco de contento con el amor de mi Nora. Pero se muy bien lo que hemos comido despues, manana y noche, porque almuerzo y ceno con ellos todos los dias.
Cualquiera sabe el gusto agradable que tiene el te, y esto no es un misterio para nadie. Las sopas claras son tambien tonicas y predisponen a la afabilidad.
Y bien: manana a manana, noche a noche, hemos tomado sopas ligeras y una liviana taza de te. El caldo es la comida, y el te es el postre; nada mas.
Durante una semana entera no puedo decir que haya sido feliz. Hay en el fondo de todos nosotros un instinto de rebelion bestial que muy dificilmente es vencido. A las tres de la tarde comenzaba la lucha; y ese rencor del estomago dirigiendose a si mismo de hambre; esa constante protesta de la sangre convertida a su vez en una sopa fria y clara, son cosas estas que no se las deseo a ninguna persona, aunque este enamorada.
Una semana entera la bestia originaria pugno por clavar los dientes. Hoy estoy tranquilo. Mi corazon tiene cuarenta pulsaciones en vez de sesenta. No se ya lo que es tumulto ni violencia, y me cuesta trabajo pensar que los bellos ojos de una muchacha evoquen otra cosa que una inefable y helada dicha sobre el humo de dos tazas de te.
De manana no tomo nada, por paternal consejo del doctor. A mediodia tomamos caldo y te, y de noche caldo y te. Mi amor, purificado de este modo, adquiere dia a dia una transparencia que solo las personas que vuelven en si despues de una honda hemorragia pueden comprender.
Nuevos dias han pasado. Las filosofias tienen cosas regulares y a veces algunas cosas malas. Pero la del doctor Swindenborg -con su sobretodo peludo y el panuelo al cuello- esta impregnada de la mas alta idealidad. De todo cuanto he sido en la calle, no queda rastro alguno. Lo unico que vive en mi, fuera de mi inmensa debilidad, es mi amor. Y no puedo menos de admirar la elevacion de alma del doctor, cuando sigue con ojos de orgullo mi vacilante paso para acercarme a su hija.
Alguna vez, al principio, trate de tomar la mano de mi Nora, y ella lo consintio por no disgustarme. El doctor lo vio y me miro con paternal ternura. Pero esa noche, en vez de hacerlo a las ocho, cenamos a las once. Tomamos solamente una taza de te.
No se, sin embargo, que primavera mortuoria habia aspirado yo esa tarde en la calle. Despues de cenar quise repetir la aventura, y solo tuve fuerzas para levantar la mano y dejarla caer inerte sobre la mesa, sonriendo de debilidad como una criatura.
El doctor habia dominado la ultima sacudida de la fiera.
Nada mas desde entonces. En todo el dia, en toda la casa, no somos sino dos sonambulos de amor. No tengo fuerzas mas que para sentarme a su lado, y asi pasamos las horas, helados de extraterrestre felicidad, con la sonrisa fija en las paredes.
Uno de estos dias me van a encontrar muerto, estoy seguro. No hago la menor recriminacion al doctor Swindenborg, pues si mi cuerpo no ha podido resistir a esa facil prueba, mi amor, en cambio, ha apreciado cuanto de desdenable ilusion va ascendiendo con el cuerpo de una chica de oscuro que trepa una escalera. No se culpe, pues, a nadie de mi muerte. Pero a aquellos que por casualidad me oyeran, quiero darles este consejo de un hombre que fue un dia como ellos:
Nunca, jamas, en el mas remoto de los jamases, pongan los ojos en una muchacha que tiene mucho o poco que ver con un fisico dietetico.
Y he aqui por que:
La religion del doctor Swindenborg -la de mas alta idealidad que yo haya conocido, y de ello me vanaglorio al morir por ella- no tiene sino una falla, y es esta: haber unido en un abrazo de solidaridad al Amor y la Dieta. Conozco muchas religiones que rechazan el mundo, la carne y el amor. Y algunas de ellas son notables. Pero admitir el amor, y darle por unico alimento la dieta, es cosa que no se le ha ocurrido a nadie. Esto es lo que yo considero una falla del sistema; y acaso por el comedor del doctor vaguen de noche cuatro o cinco desfallecidos fantasmas de amor, anteriores a mi.
Que los que lleguen a leerme huyan, pues, de toda muchacha mona cuya intencion manifiesta sea entrar en una casa que ostenta una gran chapa de bronce. Puede hallarse alli un gran amor, pero puede haber tambien muchas tazas de te.
Y yo se lo que es esto.
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