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Las aventuras de Huckleberry Finn - Твен Марк - Страница 9


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Subi por la orilla con un ojo atento a padre y otro a lo que pudiese traer la crecida. Va y de pronto llega una canoa; y ademas estupenda, de unos trece o catorce pies de largo, navegando muy tiesa como un pato. Salte de cabeza al agua como una rana, vestido y todo, y nade hacia la canoa. Me imaginaba que llevaria alguien dentro, porque es lo que a veces hacen algunos para enganar a la gente, y cuando alguien esta a punto de sacar un bote a la orilla, se levantan y se echan a reir. Pero aquella vez no. Era una canoa que iba a la deriva de verdad y me meti en ella y la lleve a la orilla. Pense que el viejo se alegraria cuando la viera: valdria diez dolares. Pero cuando llegue a la orilla todavia no se veia a padre, y como yo me estaba metiendo con ella en un arroyo medio escondido, todo cubierto de sauces y de lianas, se me ocurrio otra idea: pense en dejarla bien escondida y despues, en lugar de irme al bosque cuando me escapara, bajaria unas cincuenta millas por el rio y me quedaria acampado en un sitio para siempre, sin los problemas que da andar a pie de un lado para otro.

Aquello estaba muy cerca de la choza y todo el tiempo me parecia que oia llegar al viejo, pero logre esconderla y despues sali y mire por entre un grupo de sauces y vi al viejo sendero abajo, apuntando a un pajaro con la escopeta. Asi es que no habia visto nada.

Cuando llego, yo estaba tirando con todas mis fuerzas de un sedal puesto a la rastra. Me insulto un poco por ser tan lento, pero le dije que me habia caido al rio y que por eso habia tardado tanto. Sabia que se iba a dar cuenta de que estaba mojado y que entonces se pondria a hacer preguntas. Sacamos de la rastra cinco peces gato y nos fuimos a casa.

Cuando nos echamos la siesta despues de desayunar, porque los dos estabamos agotados, me puse a pensar que si podia arreglarmelas para que ni padre ni la viuda trataran de seguirme, estaria mas a salvo que si confiara en la suerte para llegar muy lejos antes de que me echaran de menos; ya se entiende, podian pasar miles de cosas.

Bueno, durante un rato no se me ocurrio nada, pero despues padre se levanto un momento a beberse otro barril de agua, y va y dice:

—Si vuelve otro hombre a espiarnos por aqui me despiertas, ?te enteras? Ese hombre no ha venido para nada bueno. Yo le habria pegado un tiro. La proxima vez me despiertas, ?te enteras?

Despues se acosto y se volvio a dormir; lo que habia dicho me dio la idea exacta que yo queria, asi que me dije: «Puedo arreglarlo para que a nadie se le ocurra seguirme».

Hacia mediodia nos levantamos y subimos por la ribera. El rio crecia a toda prisa y con el agua bajaban montones de cosas. Al cabo de un rato aparecio un pedazo de una balsa: nueve troncos atados. Salimos con el bote y nos lo llevamos a tierra. Despues comimos. Cualquiera que no fuese padre habria esperado a ver que pasaba aquel dia para llevarnos mas cosas, pero ese no era su estilo. Con nueve troncos le bastaba para una vez; tenia que ir inmediatamente al pueblo a venderlos. Asi que hacia las tres y media me encerro y se fue con el bote y empezo a remolcar la balsa. Calcule que aquella noche no volveria. Espere hasta que me parecio que ya estaba lo bastante lejos y entonces saque el serrucho y me volvi a poner a trabajar en aquel tronco. Antes de que el terminara de cruzar el rio yo ya habia salido por el agujero; el y su balsa no eran mas que una mancha en el agua, alla a lo lejos. Agarre el saco de harina de maiz, lo lleve adonde estaba escondida la canoa y aparte las hojas de parra y las ramas y lo meti; despues hice lo mismo con el cuarto de tocino ahumado, y luego con la garrafa de whisky. Me lleve todo el cafe y el azucar que habia, y todas las municiones. Me lleve el papel de relleno, el cubo y la cantimplora; saque un cazo, una taza de metal y mi viejo serrucho y dos mantas, la sarten y la cafetera. Agarre los sedales y las cerillas y otras cosas: todo lo que valia algo. Vacie la cabana. Necesitaba un hacha pero no habia mas que la del monton de lena y sabia por que iba a dejarla alli. Saque la escopeta y termine.

Habia dejado toda la tierra apisonada con la salida del agujero y con el transporte de tantas cosas. Asi que lo arregle como pude, echando tierra por encima, con lo que se disimulaba la parte apisonada y el serrin que habia caido. Despues volvi a dejar en su sitio el pedazo de tronco y le puse dos piedras por debajo y otra de lado para que no se cayera, porque de esa parte era irregular y no daba del todo en el suelo. Si se quedaba uno a cuatro o cinco pies de distancia, sin saber que estaba aserrado, no se veia, y ademas aquella era la parte trasera de la cabana y no era probable que nadie se pusiera a mirar por alli.

Hasta llegar a la canoa no habia mas que hierba, asi que no habia dejado huellas. Di una vuelta para estar seguro. Me quede en la ribera y mire rio arriba y abajo. No habia peligro. Asi que agarre la escopeta y me meti un poco en el bosque. Estaba buscando pajaros que cazar cuando vi un cerdo asilvestrado; los cerdos se asilvestraban en seguida por aquella parte cuando se escapaban de las granjas de la pradera. A este le pegue un tiro y me lo lleve al campamento.

Agarre el hacha y salte la puerta. La destroce todo lo que pude. Meti dentro al cerdo y lo arrastre casi hasta la mesa y le corte el cuello con el hacha y lo deje en tierra para que sangrara; digo en tierra porque era tierra: apisonada y sin tablones en el suelo. Despues saque un saco viejo y lo llene de piedras grandes —todas las que podia arrastrar—, empece donde estaba el cerdo y lo arrastre a la puerta y por el bosque hasta el rio, donde lo tire; se hundio y desaparecio. Era facil ver que se habia arrastrado algo por el suelo. Pense que ojala hubiera estado Tom Sawyer alli; sabia que le interesaban estas cosas y que el pondria los detalles precisos. Nadie sabia adornar las cosas como Tom Sawyer en un asunto asi.

Bueno, lo ultimo que hice fue arrancarme algo de pelo, manchar el hacha de sangre y dejarla en la trasera, tirada en un rincon. Despues agarre el cerdo y me lo tape contra el pecho con la chaqueta (para que no goteara) hasta llegar bien lejos de la casa, y lo tire al rio. Despues se me ocurrio otra cosa. Asi que fui a sacar el saco de harina y el viejo serrucho de la canoa y los lleve a la casa. Deje el saco donde solia estar y le hice un agujero en el fondo con el serrucho, porque alli no habia cuchillos ni tenedores: padre lo cocinaba todo con la navaja. Despues lleve el saco unas cien yardas por la hierba, entre los sauces, hacia el este de la casa, a un lago poco profundo que tenia cinco millas de ancho y estaba lleno de juncos y tambien de patos cuando era temporada. Habia un riachuelo o un arroyo que salia de alli por el otro lado y que recorria millas y millas, no se por donde, pero no iba al rio. La harina iba moviendose y dejando una pequena huella todo el camino del lago. Alli tire tambien la piedra de afilar de padre, para que pareciese algo accidental. Despues cerre el agujero del saco de harina con un cordel para que no cayera mas y me lo volvi a llevar con el serrucho a la canoa.

Ya hacia casi oscuro, asi que deje la canoa rio abajo tapada por unos sauces que caian sobre la ribera y espere a que saliera la luna. Amarre la canoa a un sauce; despues comi algo y al cabo de un rato me eche en la canoa a fumar una pipa y a hacer un plan. Y voy y me digo: «Van a seguir la pista de ese saco de piedras hasta la orilla y despues dragaran el rio para buscarme. Van a seguir la huella de harina hasta el lago, buscar por el arroyo que sale de el para encontrar a los ladrones que me mataron y se llevaron las cosas. No van a buscar en el rio nada mas que mi cadaver. Despues se cansaran en seguida y ya no se preocuparan mas por mi. Muy bien, puedo quedarme donde me apetezca. Con la isla de Jackson me basta; la conozco muy bien y aqui nunca viene nadie. Y despues puedo ir al pueblo por las noches, buscar por ahi y llevarme lo que necesite. La isla de Jackson esta bien».

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