Las aventuras de Huckleberry Finn - Твен Марк - Страница 48
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Y cuando todo se acabo, la del labio leporino y yo nos comimos las sobras en la cocina, mientras los demas ayudaban a los negros a limpiar las cosas. La del labio leporino se puso a preguntarme cosas de Inglaterra, y que me cuelguen si no me parecio que a veces las cosas se estaban poniendo dificiles. Va y dice:
—?Has visto al rey alguna vez?
—?A quien? ?A Guillermo IV? Hombre, y tanto que si: va a nuestra iglesia. —Yo sabia que habia muerto hacia anos, pero no hice comentarios. Asi que cuando dije que iba a nuestra iglesia ella pregunto:
—?Como… siempre va?
—Si, siempre. Tiene el banco frente al nuestro, al otro lado del pulpito.
—Creia que vivia en Londres.
—Hombre, claro. ?Donde iba a vivir?
—Pero yo creia que vosotros viviais en Sheffield.
Vi que me tenia acorralado. Tuve que hacer como que me atragantaba con un hueso de pollo, para pensar en como salir de aquella. Entonces dije:
—Quiero decir que siempre va a nuestra iglesia cuando esta en Sheffield. Eso es solo en verano, cuando va a darse banos de mar.
—Pero que cosas dices… Sheffield no esta en el mar.
—Bueno, ?y quien ha dicho que si?
—Pues tu.
—Eso no es verdad.
—?Si!
—No.
—Si.
—Yo no he dicho nada parecido.
—Bueno, entonces, ?que has dicho?
—Dije que iba a tomar los banos de mar; eso es lo que dije.
—Bueno, entonces, ?como va a tomar los banos de mar si no esta en el mar?
—Mira —respondi—, ?has tomado alguna vez agua mineral?
—Si.
—Bueno, ?y tuviste que ir a una mina a buscarla?
—Pues no.
—Bueno, pues tampoco tiene Guillermo IV que ir al mar para darse un bano de mar.
—Entonces, ?como se los da?
—Hace lo mismo que la gente de aqui para beber agua mineral: en barricas. Alli en el palacio de Sheffield tienen unos hornos bien calientes y le gusta que el agua este caliente. No se puede hervir toda el agua que hay en el mar. Alli no hay maquinas suficientes.
—Ah, ya entiendo. Podias haberlo dicho para empezar y habriamos ahorrado tiempo.
Cuando dijo aquello, vi que me habia librado del asunto, asi que me senti mas comodo y contento. Despues pregunto:
—?Tu tambien vas a la iglesia?
—Si, siempre.
—?Donde te sientas?
—Hombre, en nuestro banco.
—?El banco de quien?
—Pues el nuestro; el de tu tio Harvey.
—?El suyo? ?Y para que necesita el un banco?
—Para sentarse en el. ?Para que creias que lo necesitaba?
—Hombre, crei que estaba en el pulpito.
Maldita sea, se me habia olvidado que era predicador. Vi que me habia vuelto a atrapar, asi que volvi a atragantarme para pensarmelo, y despues dije:
—Caramba, ?te crees que no hay mas que un predicador en una iglesia?
—Pero, ?para que necesitan mas?
—?Como! ?Para predicar cuando va el rey! Nunca he visto una chica asi. Tienen nada menos que diecisiete.
—?Diecisiete! ?Dios mio! Pues yo no aguantaria oir a tantos, aunque nunca fuese al paraiso. Debe de llevarles una semana.
—Caramba, no predican todos el mismo dia: solo uno de ellos.
—Bueno, y ?que hace el resto?
—Bah, no mucho. Se pasean, pasan la bandeja, y cosas asi. Pero en general no hacen nada.
—Bueno, entonces, ?para que estan alli?
—Hombre, es cuestion de clase. ?Es que no sabes nada?
—Bueno, no quiero saber cosas tontas. ?Como tratan a los criados en Inglaterra? ?Los tratan mejor que nosotros a nuestros negros?
—?No! Alli un criado no es nada. Los tratan peor que a perros.
—?No les dan dias de fiesta como nosotros, por la semana de Navidad y Ano Nuevo y el 4 de j ulio?
—?Que cosas dices! Solo con eso se nota que nunca has estado en Inglaterra. Pero, labio le …; pero, Joanna, si no tienen ni un dia de fiesta al ano; nunca van al circo, ni al teatro, ni a espectaculos para negros, ni a ninguna parte.
—?Ni a la iglesia?
—Ni a la iglesia.
—Pero tu siempre vas a la iglesia.
Bueno, me habia vuelto a agarrar. Se me habia olvidado que yo era el criado del viejo. Pero al momento siguiente se me ocurrio una especie de explicacion de que un vale era diferente de un criado corriente y tenia que ir a la iglesia quisiera o no y sentarse con la familia, porque eso decia la ley. Pero no me salio muy bien y cuando termine no la vi convencida. Dijo:
—La verdad, ahora, ?no me has estado contando mentiras?
—De verdad que no —replique.
—?Ni una sola?
—Ni una sola. No te he contado ni una mentira.
—Pon la mano en este libro y repitelo.
Vi que no era mas que un diccionario, asi que puse la mano encima y lo repeti. Entonces parecio un poco mas convencida y dijo:
—Bueno, entonces creere algo de lo que has dicho, pero la verdad es que no me voy a creer el resto.
—?Que es lo que no te vas a creer, Jo? —pregunto Mary Jane, que entraba con Susan detras—. No esta bien ni es nada amable que le hables asi a un forastero que esta tan lejos de su casa. ?Que te pareceria a ti que te trataran asi?
—Eso es lo que dices siempre, Maim: siempre vas en ayuda de alguien antes de que le pase nada. No le he hecho nada. Calculo que ha contado algunas exageraciones y dije que no me las iba a tragar todas, es todo lo que he hecho. Supongo que podra aguantarlo, ?no?
—No me importa que le hayas dicho mucho o poco; esta en nuestra casa y es un forastero, y no esta bien que digas esas cosas. Si estuvieras tu en su lugar, te daria verguenza, asi que no tienes que decir a otros cosas que les den verguenza a ellos.
—Pero, Maim, ha dicho…
—No importa lo que haya dicho; no es eso. Lo que importa es que lo trates con amabilidad, y no andes diciendo cosas que le recuerden que no esta en su propio pais y entre su propia gente.
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