Las aventuras de Huckleberry Finn - Твен Марк - Страница 39
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???de Ricardo III!!!
Ricardo III …………, Mr. Garrick
Richmond …………, Mr. Kean
Ademas:
(a peticion especial)
??El inmortal monologo de Hamlet!!
?Por el ilustre Kean!
?Representado por el 300 noches consecutivas en Paris!
Una noche unicamente,
?Por ineludibles compromisos en Europa!
Entrada 25 centavos; ninos y criados, l0 centavos.
Despues nos estuvimos paseando por la ciudad. Las tiendas y las casas eran casi todas viejas, desvencijadas, de madera seca que nunca se habia pintado; estaban separadas del suelo por pilotes de tres o cuatro pies de alto para que no les llegara el agua cuando crecia el rio. Las casas tenian jardincillos, pero no parecia que cultivaran mucho en ellos, salvo estramonio, girasoles y montones de cenizas, ademas de botas, zapatos despanzurrados y trozos de botellas, trapos y latas ya inutiles. Las vallas estaban hechas de diferentes tipos de tablas, clavadas en diferentes epocas e inclinadas cada una de su lado, y las puertas, por lo general, no tenian mas que una bisagra de cuero. Alguna de las vallas habia estado blanqueada en algun momento, pero el duque dijo que probablemente habia sido en tiempos de Colon. Por lo general, en el jardin habia cerdos y gentes que intentaban echarlos.
Todas las tiendas estaban en una calle. Tenian delante toldos de fabricacion casera, y los que llegaban del campo ataban los caballos a los postes de los toldos. Debajo de estos habia cajas de mercancias y vagos que se pasaban el dia apoyados en ellos, marcandolos con sus navajas Barlowy mascando tabaco, con las bocas abiertas, bostezando y espiandose; gente de lo mas ordinario. Por lo general, llevaban sombreros amarilllos de paja casi igual de anchos que un paraguas, pero no llevaban chaquetas ni chalecos; se llamaban Bill, Buck, Hank, Joe y Andy, y hablaban en tono perezoso y arrastrado, con muchas maldiciones. Habia practicamente un vago apoyado en cada poste de toldo, casi siempre con las manos metidas en los bolsillos, salvo cuando las sacaba para prestar a alguien tabaco de mascar o para rascarse. Practicamente su conversacion se limitaba a:
—Dame una mascada de tabaco, Hank.
—No puedo; no me queda mas que una. Pidele a Bill.
A lo mejor Bill le daba una mascada, o a lo mejor mentia y decia que no tenia. Alguno de esos vagos nunca tiene ni un centavo ni una mascada de tabaco propia. Lo que mascan es lo que les prestan; le dicen a alguien «Ojala me pudieras dar de mascar, Jack; acabo de dar a Ben Thompson lo ultimo que tenia», lo que es mentira casi siempre; con eso no enganan a nadie mas que a los forasteros, pero Jack no es forastero, asi que responde:
—Tu le has dado de mascar? Seria la abuela del gato de tu hermana. Si me devuelves todas las mascadas que ya me has pedido, Lafe Buckner, entonces te presto una o dos toneladas y encima no te cobro intereses.
—Bueno, si que te devolvi una vez.
—Si, es verdad: unas seis mascadas. Me pediste tabaco comprado en la tienda y me devolviste del mas negro que el alquitran.
El tabaco comprado en la tienda es el de tableta negra lisa, pero esos tipos casi siempre mascan la hoja natural retorcida. Cuando piden una mascada, por lo general no la cortan con una navaja, sino que se meten la tableta entre los dientes y la van royendo y tirando de ella con las manos hasta que la parten en dos; entonces, a veces, el que ha prestado el tabaco lo mira melancolico cuando se lo devuelven y dice sarcastico:
—Eh, dame la mascada y tu te quedas con la tableta.
Todas las calles y los callejones eran de barro; no habia nada mas: barro negro como el alquitran y casi un pie de hondo en algunos sitios, y por lo menos de dos o tres pulgadas en todas partes. Los cerdos se paseaban y hozaban por todas partes. Se veia una cerda llena de barro, con su camada, paseandose por la calle que se tiraba justo en el camino donde la gente tenia que desviarse y ella se estiraba, cerraba los ojos y movia las orejas mientras los cerditos mamaban, y parecia tan contenta como si estuviera cobrando un sueldo. Pero en seguida se oia a uno de los vagos que gritaba: «?Eh! ?hale, chico! ?Duro con ella, Tige!», y la cerda se largaba con unos chillidos horribles, con uno o dos perros mordiendole cada oreja y tres o cuatro docenas mas que iban llegando, y entonces todos los vagos se levantaban y se quedaban mirando aquello hasta que se perdia de vista y se reian con tanta diversion y parecian celebrar mucho el ruido. No habia nada que los despertase tan rapido y los divirtiera tanto a todos como una pelea de perros, salvo echarle trementina a un perro callejero y encenderla, o atarle una sarten a la cola y ver como se mataba a correr.
Del lado del rio algunas de las casas se salian por encima de la ribera y estaban escoradas y desvencijadas y a punto de caerse. La gente las habia abandonado. Debajo de otras, la ribera habia ido desapareciendo bajo una de las esquinas, y aquella esquina estaba toda inclinada. En esas todavia vivia gente, pero era peligroso, porque a veces se hunde un trozo de la ribera igual de ancho que una casa. A veces empieza a moverse una franja de tierra de un cuarto de milla de ancho que se va hundiendo hasta que un verano cae toda entera al rio. Esos pueblos siempre tienen que retirarse hacia tierra, cada vez mas atras, porque el rio se los va comiendo todo el tiempo.
Aquel dia, cuanto mas se acercaba el mediodia, mas se iban llenando las calles de carretas y de caballos que no paraban de llegar.
Las familias se traian la comida desde el campo y la tomaban en las carretas. Corria mucho el whisky, y vi tres peleas. Al cabo de un rato alguien grito:
—?Ahi viene el viejo Boggs! Llega del campo a echarse su borrachera de todos los meses; ?ahi viene, muchachos!
Todos los vagos parecieron alegrarse; calcule que estaban acostumbrados a divertirse con Boggs. Uno de ellos dijo:
—A ver a quien pretende matar esta vez. Si hubiera matado a todos los hombres a los que queria matar desde hace veinte anos, seria de lo mas famoso.
Otro dijo:
—Ojala me amenazara a mi el viejo Boggs, porque entonces seguro que no me moria en mil anos.
Aparecio Boggs trotando en su caballo, gritando y aullando como un indio y anunciando:
—Abrir camino, vosotros. Estoy en el sendero de guerra y va a subir el precio de los ataudes.
Estaba borracho y se tambaleaba en la silla; tenia mas de cincuenta anos y la cara muy colorada. Todo el mundo le gritaba y se reia y se burlaba de el, y el les devolvia las burlas y les decia que ya se ocuparia de ellos y los mataria cuando les llegara el turno, pero que ahora no podia esperar porque habia ido al pueblo a matar al viejo coronel Sherburn, porque su lema era: «Primero la carne y despues lo de cuchara para completar».
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