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Las aventuras de Huckleberry Finn - Твен Марк - Страница 34


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Eso fue lo que hicieron, y en cuanto estuvieron a bordo sali hacia nuestro atracadero; al cabo de cinco minutos oimos a los perros y los hombres que gritaban a lo lejos. Los oimos ir hacia el arroyo, pero no podiamos verlos; parecieron dejarlo y ponerse a dar vueltas un rato, y despues, mientras nos ibamos alejando todo el tiempo, ya casi no podiamos oirlos; cuando dejamos el bosque una milla atras y llegamos al rio todo estaba en calma y fuimos remando hasta la barra de arena y nos escondimos entre los alamillos, ya a salvo.

Uno de aquellos tipos tenia unos setenta anos o mas, y era calvo con una barba muy canosa. Llevaba un viejo chambergo y una camisa grasienta de lana azul, con pantalones vaqueros azules y viejos metidos en las botas, con tirantes hechos en casa; pero no, solo le quedaba uno. Llevaba al brazo un viejo capote tambien de tela azul, con botones de cobre brillantes, y los dos llevaban bolsones de viaje grandes y medio desgastados.

El otro tipo tendria unos treinta anos e iba vestido igual de ordinario. Despues de desayunar nos tumbamos todos a charlar y lo primero que salio es que aquellos tipos no se conocian.

—?Que problema has tenido tu? —pregunto el calvo al otro.

—Bueno, estaba vendiendo un producto para quitarle el sarro a los dientes, y es verdad que lo quita, y generalmente tambien el esmalte, pero me quede una noche mas de lo que hubiera debido y estaba a punto de marcharme cuando me encontre contigo en el sendero de este lado del pueblo, me dijiste que venian y me pediste que te ayudara a escapar. Asi que te dije que yo tambien esperaba problemas y que me marcharia contigo. Eso es todo. ?Y tu?

—Bueno, yo llevaba una semana predicando sermones sobre la templanza y me llevaba muy bien con las mujeres, viejas y jovenes, porque se lo estaba poniendo dificil a los bebedores, te aseguro, y sacaba por lo menos cinco o seis dolares por noche, a diez centavos por cabeza, ninos y negros gratis, y hacia cada vez mas negocio, cuando no se como, anoche, empezaron a decir que no me desagradaba pasar un rato a solas con una jarra. Un negro me desperto esta manana y me dijo que la gente se estaba reuniendo en silencio, con los perros y los caballos, y que iban a venir en seguida, me darian una ventaja de una media hora y despues intentarian agarrarme, y que si me pescaban pensaban emplumarme y sacarme del pueblo en un rail. Asi que no espere al desayuno… no tenia hambre.

—Viejo —dijo el joven—, me parece que podriamos formar equipo; ?que opinas tu?

—No me parece mal. ?A que te dedicas tu, sobre todo?

—De oficio, soy oficial de imprenta; trabajo de vez en cuando en medicinas sin receta; actor de teatro: tragedia, ya sabes; de vez en cuando algo de mesmerismo y frenologia, cuando hay una posibilidad; maestro de canto y de geografia para variar; una charla de vez en cuando… Bueno, montones de cosas; practicamente todo lo que se presenta, siempre que no sea trabajo. ?En que te especializas tu?

—He trabajado bastante el aspecto de la medicina. Lo que mejor me sale es la imposicion de manos para el cancer, la paralisis y cosas asi, y no me sale mal lo de echar la buenaventura cuando tengo a alguien que me averigue los datos. Tambien trabajo lo de los sermones, la predica al aire libre y las misiones.

Durante un rato todos guardaron silencio; despues el joven suspiro y dijo:

?Ay!

—?De que te quejas? —pregunto el calvo.

—Pensar que yo podria haber tenido tan regalada vida y verme rebajado a esta compania —y empezo a secarse un ojo con un trapo.

—?Dito seas! ?No te parece buena esta compania? —pregunta el calvo, muy digno y enfadado.

—Si, es lo suficientemente buena; es lo mas que merezco, pues, ?quien me hizo descender tan bajo cuando yo naci tan alto? Yo mismo. No os culpo a vosotros, caballeros, lejos de mi; no culpo a nadie, lo merezco todo. Que el frio mundo perpetue su venganza; una sola cosa se: en algun lugar me espera una tumba. El mundo puede continuar como siempre lo ha hecho y arrebatarmelo todo: los seres queridos, los bienes, todo; pero eso no me lo puede quitar. Algun dia yacere en ella y lo olvidare todo, y mi pobre corazon destrozado podra descansar —y siguio secandose un ojo.

—Dito sea tu pobre corazon destrozao —dice el calvo—; ?de que corazon destrozao nos hablas? Nosotros no hemos hecho na.

—No, ya se que no. No os culpo, caballeros. Yo solo me he rebajado; si, yo solo. Es justo que ahora sufra, perfectamente justo; no puedo quejarme.

—?Rebajao de que? ?De que te has rebajao?

—Ah, no me creeriais; el mundo nunca cree… pero dejadlo; no importa. El secreto de mi nacimiento…

—?El secreto de tu nacimiento! ?Nos vas a decir…?

—Caballeros —dice el joven muy solemne—, os lo revelare, pues considero que puedo tener confianza en vosotros. ?En realidad, soy duque!

A Jim se le saltaron los ojos cuando lo oyo, y creo que a mi tambien. Entonces el calvo va y dice:

—?No! ?No lo diras de verdad!

—Si. Mi bisabuelo, hijo mayor del duque de Aguasclaras, huyo a este pais a fines del siglo pasado, para respirar el aire puro de la libertad; caso aqui y fallecio, dejando a un hijo en el mismo momento en que moria su propio padre. El segundo hijo del finado duque se apodero de los titulos y de las fincas, y el verdadero duque, recien nacido, quedo desheredado. Yo soy el descendiente directo de aquel nino: soy el autentico duque de Aguasclaras, ?y aqui estoy, olvidado, arrancado de mis propios bienes, perseguido por los hombres, despreciado por el frio mundo, harapiento, gastado, con el corazon roto y rebajado a la compania de unos delincuentes en una balsa!

Jim lo lamento mucho por el y yo tambien. Tratamos de consolarlo, pero dijo que no valia de nada, que no se le podia consolar mucho; dijo que si queriamos reconocer su dignidad, ello le serviria mas de consuelo que nada del mundo, asi que prometimos hacerlo si nos decia como. Dijo que debiamos hacer una reverencia cuando hablasemos con el y decir «su gracia», o «milord», o «su senoria», y que tampoco le importaba si le llamabamos sencillamente «Aguasclaras», porque, segun dijo, eso era un titulo y no un nombre, y uno de nosotros tendria que servirle a las horas de comer y hacerle todas las cosillas que el quisiera.

Bueno, aquello resultaba facil, asi que lo hicimos. Toda la cena Jim se la paso de pie, sirviendole y diciendo: «?Quiere su gracia probar un poco de esto o de aquello?», y demas, y era facil ver que le resultaba muy agradable.

Pero el viejo se quedo muy silencioso; no tenia mucho que decir y no parecia estar muy contento con tantas atenciones como se llevaba el duque. Parecia estar pensando en algo. Asi que por la tarde va y dice:

—Mira, Aguassucias —va y dice—, yo lo siento cantidad por ti, pero no eres el unico que ha tenido problemas de ese tipo.

—?No?

—No, no eres el unico. No eres el unico a quien se ha echado por las malas de las alturas.

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