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Destinos Truncados - Стругацкие Аркадий и Борис - Страница 15


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—No duermas —dijo el.

—Aja —balbuceo ella.

—?Te sientes bien?

—Si.

—?Y si te tiro de la oreja?

—Aja... Suelta, me duele.

—Oye, ?no podria vivir aqui una semanita?

—Si.

—?Y donde?

—Quiero dormir. Deja dormir a una pobre mujer ebria.

El callo y permanecio acostado, sin moverse. Ella dormia ya. «Eso es lo que hare —penso el—. Aqui se esta bien, hay silencio. Pero de noche, no. O quiza tambien de noche. No se pondria a beber cada noche, tiene que curarse... Vivir aqui tres o cuatro dias... cinco o seis... y beber menos, no beber del todo, trabajar un poquito... llevo tiempo sin trabajar... Para comenzar a trabajar hay que anorarlo mucho, tanto que no se desee otra cosa... —Se estremecio mientras se dormia—. Y con respecto a Irma... Lo que hare sera escribirle a Rotz-Tusov con relacion a Irma. Ojala no se asuste, ese Rotz-Tusov, cobarde. Me debe novecientas coronas... Cuando se trata del senor Presidente, eso no tiene la menor importancia, todos nos volvemos cobardes. ?Por que somos todos tan cobardes? ?A que tenemos miedo? Le tenemos miedo a los cambios. No podremos ir a una taberna de escritores y darnos un trago de algo bueno... el portero no inclinara la cabeza a nuestro paso... y, en general, no habra portero, me haran portero a mi. Pero si me mandan a las minas, entonces me ira mal... Pero eso ocurre rara vez, los tiempos han cambiado... las costumbres no son ya tan brutales. He pensado cien veces en ello, y cien veces he descubierto que no tenia de que sentir miedo, pero lo sigo teniendo de todos modos. Porque se trata de una fuerza bruta —se contesto—. Es terrible, cuando contra uno se lanza una fuerza bruta, un cerdo con colmillos, una bestia invulnerable, tanto ante la logica como ante las emociones... Y no tendre a Diana...»

Se quedo dormido y se desperto de nuevo porque bajo la ventana abierta hablaban en voz alta, con carcajadas que parecian relinchos. Los arbustos crujian.

—No puedo detenerlos —decia la voz estropajosa del jefe de policia—. No hay ley que permita eso...

—La habra —respondio la voz de Roscheper—. ?Soy diputado o no?

—?Y hay alguna ley que permita que haya un criadero de infecciones junto a la ciudad? —gruno el burgomaestre.

—?Habra esa ley! —repitio Roscheper con terquedad.

—Ellos no infectan a nadie —intervino el falsete del director del gimnasio—. Quiero decir, medicamente hablando...

—Eh, profesor —le reconvino Roscheper—, no olvides abrirte la bragueta.

—?Y hay alguna ley que permita arruinar a personas honestas? —chillo el burgomaestre—. ?Hay una ley que permita arruinarlas?

—?Tendras esa ley! —repitio Roscheper—. ?Soy diputado o no?

«?Que podria tirarles a la cabeza?», penso Viktor.

—?Roscheper! ?Eres amigo mio? —dijo el jefe de policia—. Desgraciado, yo te lleve en brazos. Yo fui quien te eligio, maldito. Y ahora esos asquerosos andan por la ciudad y no puedo hacer nada. No existe una ley asi, ?entiendes?

—La habra —dijo Roscheper—. Te digo que la habra. Tendra que ver con la contaminacion atmosferica...

—?Y moral! —intervino el director del gimnasio—. Moral y de las costumbres.

—?Que?... Digo que tendra que ver... con la contaminacion de la atmosfera, asi como con la escasez de especies piscicolas en los embalses cercanos... liquidaremos las infecciones y los enviaremos a lugares apartados. ?Es lo que hace falta?

—Me dan ganas de darte un beso —dijo el jefe de policia.

—?Que listo! —apunto el burgomaestre—. ?Que cabeza! Yo tambien...

—Tonterias —dijo Roscheper—. No vale la pena... ?Cantamos algo? No, no me apetece. Vamos a beber la ultima copa.

—Correcto. La ultima y a casa.

Los arbustos crujieron nuevamente.

—?Oye, profesor, se te ha olvidado cerrarte la bragueta! —grito Roscheper ya lejos.

Bajo la ventana se hizo el silencio. Viktor se quedo dormido nuevamente, tuvo un sueno insignificante, y despues se oyo el timbre del telefono.

—Si —respondio Diana con voz ronca—. Si, soy yo... —Tosio—. No importa, no importa... Todo ha ido bien, creo que esta satisfecho... ?Que? —Ella hablaba, recostada sobre Viktor, y de repente el percibio la tension que se apodero del cuerpo de la mujer—. Que extrano —siguio diciendo ella—. Ahora lo compruebo... Si... Bien, se lo dire. —Colgo el telefono, paso por encima de Viktor y encendio la lampara de noche.

—?Que ha ocurrido? —pregunto Viktor, sonoliento.

—Nada. Duerme, ahora vuelvo.

A traves de los parpados entrecerrados, la vio recoger la ropa dispersa por la habitacion, con una expresion tan seria que lo hizo sentirse alarmado. Diana se vistio rapidamente y se marcho, estirandose el vestido sobre la marcha.

«Seguramente Roscheper se siente mal —penso Viktor mientras trataba de distinguir algun sonido—. Bebio de mas, ese viejo despreciable.» En el enorme edificio reinaba el silencio y se oian nitidamente los pasos de Diana por el pasillo, pero no torcio hacia la derecha, como el esperaba, sino hacia la izquierda. Despues se oyo chirriar una puerta y el sonido de los pasos se extinguio. Se volvio sobre un costado e intento volver a dormirse, pero no lo logro. Se dio cuenta de que esperaba a Diana y que no se dormiria hasta que ella regresara. Entonces se sento en el lecho y encendio un cigarrillo. El chichon en la nuca comenzo a latir, y eso le hizo fruncir el entrecejo. Diana no regresaba. De repente, le vino a la memoria el perfil aquilino del bailarin. «?Y que pinta ese aqui?», penso Viktor. Un artista que encarna a otro artista, que hace el papel de un tercero... Ah, se trataba de que habia salido precisamente del lado izquierdo, de ahi adonde habia ido Diana. Habia llegado hasta el rellano de la escalera y, de aguila, se convirtio repentinamente en un palomo. Al principio habia sido un hombre de mundo, pero despues comenzo a comportarse como un petimetre malcriado... Viktor se puso de nuevo a escuchar. El silencio era profundo, todos dormian... Alguien roncaba. Despues, la puerta volvio a chirriar y se oyeron pasos que se aproximaban. Diana entro, su rostro seguia serio. El asunto continuaba, aun no habia concluido. Diana tomo el telefono y marco un numero.

—No esta —dijo—. No, no, se ha marchado... Tambien lo creo... No tiene importancia, no se preocupe. Buenas noches.

Colgo, permanecio un momento de pie, mirando a la oscuridad reinante mas alla de la ventana, y a continuacion se sento en el lecho, junto a Viktor. Tenia en las manos una linterna cilindrica. Viktor encendio un cigarrillo y se lo tendio. Ella se puso a fumar en silencio mientras meditaba.

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