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Historia De Una Gaviota Y El Gato Que La Enseno A Volar - Sepulveda Luis - Страница 12


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– Maulla, gato -dijo el humano, y Zorbas le refirio la historia de la gaviota, del huevo, de Afortunada y de los infructuosos esfuerzos de los gatos para ensenarle a volar.

– ?Puedes ayudarnos? -consulto Zorbas al terminar su relato.

– Creo que si. Y esta misma noche -respondio el humano.

– ?Esta misma noche? ?Estas seguro? -inquirio Zorbas.

– Mira por la ventana, gato. Mira el cielo. ?Que ves? -invito el humano.

– Nubes. Nubes negras. Se acerca una tormenta y muy pronto llovera -observo Zorbas.

– Pues por eso mismo -dijo el humano.

– No te entiendo. Lo siento, pero no te entiendo -acepto Zorbas.

Entonces el humano fue hasta su escritorio, tomo un libro y rebusco entre las paginas.

– Escucha, gato: te leere algo de un poeta llamado Bernardo Atxaga. Unos versos de un poema titulado "Las gaviotas".

Pero su pequeno corazon
-que es el de los equilibristas-
por nada suspira tanto
como por esa lluvia tonta
que casi siempre trae viento,
que casi siempre trae sol.

– Entiendo. Estaba seguro de que podias ayudarnos -maullo Zorbas saltando del sillon.

Acordaron reunirse a medianoche frente a la puerta del bazar, y el gato grande, negro y gordo corrio a informar a sus companeros.

11 El vuelo

Una espesa lluvia caia sobre Hamburgo y de los jardines se elevaba el aroma de la tierra humeda. Brillaba el asfalto de las calles y los anuncios de neon se reflejaban deformes en el suelo mojado. Un hombre enfundado en una gabardina caminaba por una calle solitaria del puerto dirigiendo sus pasos hacia el bazar de Harry.

– ?De ninguna manera! -chillo el chimpance-. ?Aunque me claven sus cincuenta garras en el culo yo no les abro la puerta!

– Pero si nadie tiene intencion de hacerte dano. Te pedimos un favor, eso es todo -maullo Zorbas.

– El horario de apertura es de nueve de la manana a seis de la tarde. Es el reglamento y debe ser respetado -chillo Matias.

– ?Por los bigotes de la morsa! ?Es que no puedes ser amable una vez en tu vida, macaco? -maullo Barlovento.

– Por favor, senor mono -grazno suplicante Afortunada.

– ?Imposible! El reglamento me prohibe estirar la mano y correr el cerrojo que ustedes, por no tener dedos, sacos de pulgas, no pueden abrir -chillo con sorna Matias.

– Eres un mono terrible, ?terrible! -maullo Sabelotodo.

– Hay un humano afuera y esta mirando el reloj -maullo Secretario, que atisbaba por una ventana.

– ?Es el poeta! ?No hay tiempo que perder! -maullo Zorbas corriendo a toda velocidad hacia la ventana.

Las campanas de la iglesia de San Miguel empezaron a taner los doce toques de medianoche y un ruido de cristales rotos sobresalto al humano. El gato grande, negro y gordo cayo a la calle en medio de una lluvia de astillas, pero se incorporo sin preocuparse de las heridas en la cabeza y salto de nuevo hacia la ventana por la que habia salido.

El humano se acerco en el preciso momento en que una gaviota era alzada por varios gatos hasta el alfeizar. Detras de los gatos, un chimpance se manoseaba la cara tratando de taparse los ojos, los oidos y la boca al mismo tiempo.

– ?Tomala! Que no se hiera con los cristales -maullo Zorbas.

– Vengan aca, los dos -dijo el humano tomandola en sus brazos.

El humano se alejo presuroso de la ventana del bazar. Bajo la gabardina llevaba a un gato grande, negro y gordo, y a una gaviota de plumas color plata.

– ?Canallas! ?Bandoleros! ?Pagaran por esto! -chillo el chimpance.

– Te lo buscaste. ?Y sabes que pensara Harry manana? Que tu rompiste el vidrio -maullo Secretario.

– Caramba, por esta vez acierta usted al quitarme los maullidos de la boca -maullo Colonello.

– ?Por los colmillos de la morena! ?Al tejado! ?Veremos volar a nuestra Afortunada! -maullo Barlovento.

El gato grande, negro y gordo y la gaviota iban muy comodos bajo la gabardina, sintiendo el calor del cuerpo del humano, que caminaba con pasos rapidos y seguros. Sentian latir sus tres corazones a ritmos diferentes, pero con la misma intensidad.

– Gato, ?te has herido? -pregunto el humano al ver unas manchas de sangre en las solapas de su gabardina.

– No tiene importancia. ?Adonde vamos? -pregunto Zorbas.

– ?Entiendes al humano? -grazno Afortunada.

– Si. Y es una buena persona que te ayudara a volar -le aseguro Zorbas.

– ?Entiendes a la gaviota? -pregunto el humano.

– Dime adonde vamos -insistio Zorbas.

– Ya no vamos, hemos llegado -respondio el humano.

Zorbas asomo la cabeza. Estaban frente a un edificio alto. Alzo la vista y reconocio la torre de San Miguel iluminada por varios reflectores. Los haces de luz daban de lleno en su esbelta estructura forrada de planchas de cobre, que el tiempo, la lluvia y los vientos habian cubierto de una patina verde.

– Las puertas estan cerradas -maullo Zorbas.

– No todas -dijo el humano-. Suelo venir aqui a fumar y pensar en soledad durante las noches de tormenta. Conozco una entrada para nosotros.

Dieron un rodeo y entraron por una pequena puerta lateral que el humano abrio con la ayuda de una navaja. De un bolsillo saco una linterna y, alumbrados por su delgado rayo de luz, empezaron a subir una escalera de caracol que parecia interminable.

– Tengo miedo -grazno Afortunada.

– Pero quieres volar, ?verdad? -maullo Zorbas.

Desde el campanario de San Miguel se veia toda la ciudad. La lluvia envolvia la torre de la television y, en el puerto, las gruas parecian animales en reposo.

– Mira, alla se ve el bazar de Harry. Alla estan nuestros amigos -maullo Zorbas.

– ?Tengo miedo! ?Mami! -grazno Afortunada.

Zorbas salto hasta la baranda que protegia el campanario. Abajo, los autos se movian como insectos de ojos brillantes. El humano tomo a la gaviota en sus manos.

– ?No! ?Tengo miedo! ?Zorbas! ?Zorbas! -grazno picoteando las manos del humano.

– ?Espera! Dejala en la baranda -maullo Zorbas.

– No pensaba tirarla -dijo el humano.

– Vas a volar, Afortunada. Respira. Siente la lluvia. Es agua. En tu vida tendras muchos motivos para ser feliz, uno de ellos se llama agua, otro se llama viento, otro se llama sol y siempre llega como una recompensa luego de la lluvia. Siente la lluvia. Abre las alas -maullo Zorbas.

La gaviota extendio las alas. Los reflectores la banaban de luz y la lluvia le salpicaba de perlas las plumas. El humano y el gato la vieron alzar la cabeza con los ojos cerrados.

– La lluvia, el agua. ?Me gusta! -grazno.

– Vas a volar -maullo Zorbas.

– Te quiero. Eres un gato muy bueno -grazno acercandose al borde de la baranda.

– Vas a volar. Todo el cielo sera tuyo -maullo Zorbas.

– Nunca te olvidare. Ni a los otros gatos -grazno ya con la mitad de las patas fuera de la baranda, porque, como decian los versos de Atxaga, su pequeno corazon era el de los equilibristas.

– ?Vuela! -maullo Zorbas estirando una pata y tocandola apenas.

Afortunada desaparecio de su vista, y el humano y el gato temieron lo peor. Habia caido como una piedra. Con la respiracion en suspenso asomaron las cabezas por encima de la baranda, y entonces la vieron, batiendo las alas, sobrevolando el parque de estacionamiento, y luego siguieron su vuelo hasta la altura, hasta mas alla de la veleta de oro que coronaba la singular belleza de San Miguel.

Afortunada volaba solitaria en la noche hamburguesa. Se alejaba batiendo energica las alas hasta elevarse sobre las gruas del puerto, sobre los mastiles de los barcos, y enseguida regresaba planeando, girando una y otra vez en torno al campanario de la iglesia.

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